El 24 de diciembre por la noche, todo el mundo cristiano celebra un gran Misterio... la Encarnación del Verbo de Dios, es decir, que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad toma carne para redimir a los cristianos, haciéndose misteriosamente el Dios-Hombre, el "Niñito Dios".

Él es la imagen más tierna de la historia, quien decidió nacer en la pobreza, en un establo rodeado de sus Padres y una corte de irracionales. Esto es lo que celebramos en la Navidad... ¡La certeza de nuestra entrada en el Cielo, si sabemos corresponder con nuestro Redentor!... Porque Jesús pagó con el patíbulo el precio de la iniquidad de los hombres, y nos abrió la puerta de la Gloria.

Ahora que anda el Coronavirus, es necesario confesarnos para pagar a un precio ridículo la salvación... Hay que estar preparados por las dudas para enfrentar la muerte; no necesariamente la causa sea el COVID... ¡existen mil causas! Ciertamente debemos buscar nuestra salvación con temor y temblor, como dice San Pablo, pero si estamos en Gracia, no debemos temer ante la invitación del Padre para conducirnos al Cielo.

Así es... celebremos el acontecimiento más importante de la Historia, en familia, con el corazón en Gracia, para darle un valor agregado y necesario, al que es Dueño de todas las Gracias.

No pierdas la costumbre ni la tradición de festejar con alegría y amor al "Niño Dios" ... ¡Tu Salvador... tu Redentor, tu Dios, tu Amigo, tu hermano... tu todo!... Es el momento de tenerlo entre tus brazos, indefenso, tierno, con frío... Que tus miembros sean el pesebre de Belén... arrúllalo, bésalo, haz una reverencia a sus Padres...

Prepárate... Adórale... y dale el Incienso como al Dios que Es, la Mirra como al hombre que es, y el Oro como Rey que es.

¡Feliz Navidad!

SAPIENTIA LDI

EDITORIAL