NUNCA ESTAMOS SOLOS

NUNCA ESTAMOS SOLOS

I¿Habías pensado que por más solo que te sientas … nunca lo estás?

Se nos olvida, que, en su infinito amor y sabiduría, Dios nuestro Creador, dispuso que tuviéramos un acompañante desde nuestro primer respiro, hasta el último suspiro que tengamos en esta tierra.

Pudieras pensar que hablo de tus padres, hermanos o de aquel amigo (a) que siempre está ahí, para ti; pero no, aunque también son nuestros compañeros en nuestro andar por este mundo, no me refiero a ellos.

Hablo del Ángel de la Guarda … aquél al que desde pequeños, nos enseñaron a decirle … ¡mi dulce compañía!

Decía San Pío de Pietrelcina: Invoca a tu ángel de la guarda, que te iluminará y te conducirá. Dios te lo ha dado por este motivo. Por tanto, válete de él.

¡Qué consuelo tan grande saber que tenemos un Ángel de la Guarda que procura siempre nuestro bien!

Dios ha dispuesto para cada uno de nosotros, al mejor consejero, porque nos sugiere buenos pensamientos y deseos virtuosos. Al mejor defensor, porque nos advierte de múltiples peligros de alma y del cuerpo. Y sobre todas las cosas, un intercesor directo … Imagina que todas tus buenas obras, tus oraciones, tus sufrimientos, tus peticiones y tus sacrificios, son presentadas por tu Ángel ante Dios Nuestro Señor. ¡Esta bella y maravillosa realidad nos alcanza bendiciones y favores! … siempre y cuando tengamos un alma bien dispuesta y en estado de Gracia.

A todos nos ha pasado, en plena batalla espiritual, que una voz interna se hace presente y te anima a la lucha, te sugiere y te advierte en cada paso de tu andar. Ahí esta tu Ángel de la Guarda, ese ser espiritual, puro y lleno de gracia que, además de contemplar a Dios, obedecer y estar atento a su palabra, es el mensajero que Dios nos otorgó.

Por eso, no debemos dudar de su presencia en nuestra vida. Demostrémosle respeto, gratitud y confianza.

Y decirle todos los días:

Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. Las horas que pasan, las horas del día, si tú estás conmigo serán de alegría. No me dejes solo, sé en todo mi guía; sin Ti soy chiquito y me perdería. Ven siempre a mi lado, tu mano en la mía. ¡Ángel de la guarda, dulce compañía!