“MALINTZIN”

"MALINTZIN"

Falta un Homero, para cantar las hazañas de don Hernán; nadie ha cantado la gloria de Cortés, como lo hizo de Aquiles, Odiseo o Ayax, el invidente griego. Fue mucha la envidia y los celos por la altura moral de don Hernán. Fue un incomprendido de su tiempo fue un receptor de ingratitudes. Reyes y vasallos se volvieron en su contra, amigos y enemigos hicieron alianza contra el Conquistador.

Era don Hernán más alto que ninguno porque su estatura superaba su tiempo y la historia de su tiempo. Fue amado y odiado, pero más amado por el pueblo que odiado por sus rivales fue generoso y cruel, duro y agudo como la obsidiana y generoso como un ciruelo en el verano. Su ambición fue el pueblo que liberó y sus amigos los caciques que venció. Fue amigo de los oficios, de la agricultura, la ganadería, del comercio, de las artes, pero, sobre todo, amigo de ver a su Dios reconocido. Hasta Dios en las alturas tomó partido de su causa y envió a su Amadísima Madre, la Virgen María a consolidar la Conquista que él iniciara. Sufrió el desprecio de los grandes, que temían el tamaño de su hazaña.

Fue amado como hombre por una princesa y su nombre fue "Malintzin" entre los indios porque era el compañero de la boca que hablaba de sus grandezas y sus hazañas. La estirpe netamente mexicana fue Martín Cortés Malintzin, compañero de juegos de don Felipe, sirvió a la Corona Española, combatió en Piamonte y Lombardía y participó en la Toma de Argel, contra los piratas berberiscos.

El primer mestizo mexicano fue el más universal de los vasallos. Su madre fue Malinztin, la boca trilingua de Cortés, la que negoció la Conquista por su verbo y ha sido olvidada y calumniada por la historia liberal que la abomina.

En una hipérbole modesta, la obra del gran Conquistador sólo ha sido comparada por la de César o Alejandro, y superada por la obra maestra de Dios en la Creación. Fue un gran hombre que se sometió al manejo de la Historia, que le legó a España más reinos y territorios que ninguno y una heredad a un pueblo orgulloso de su herencia...

¡En México, todos somos "Malintzin"!

SAPIENTIA LDI

EDITORIAL