SOMBRAS DECEMBRINAS

09.12.2021

Estos días he estado yendo de compras; me encanta ver los adornos y luces navideñas, que contagian la alegría que los cristianos sentimos al ver cerca la venida del Niño Jesús, y con Él, la esperanza que alienta a nuestras almas y nuestros hogares.

Entre los pendientes por comprar, aunque ya algo tarde, estaba la Corona de Adviento para colocarla al centro de la sala, como invitando a mi familia a recordar lo que es el Tiempo de Adviento. Las tres velas moradas que se colocan al centro del círculo representan la penitencia y el arrepentimiento de nuestros pecados para recibir con el alma limpia al Niñito Dios en la Navidad; y la vela rosa, nos recuerda la penitencia mitigada, es decir, la esperanza gozosa de la pronta llegada del Redentor. La vela blanca, al centro de todas las velas, simboliza la luz plena que es Cristo para todos los hombres de buena voluntad, y se enciende en la Nochebuena... ¡De cuánta alegría nos llena el Nacimiento del Redentor!...

Pensando en el gran Misterio de que Cristo es La verdadera luz, la que alumbra a todo hombre (Jn. I, 9), la sonrisa de mi gozo se desdibujó cuando, al cruzar por una plaza, vi a un conocido con una tercera persona; a un chico de la mano con otro; una chica de la mano con otra, etc. Por desgracia, ya son varias veces que estas sombras desvanecen el brillo de las luces navideñas. ¿Por qué? Simplemente porque desentonan con la Navidad.

Jesús nació hace más de 2000 años para ayudarle al hombre y a la mujer a encausar, lo que tuvieran de desordenado, hacia el orden y perfección humana. Es decir, Nuestro Señor Jesucristo vino a poner las cosas en su lugar, como en el Paraíso. A Adán y a Eva los creó perfectos como humanos, donde el cuerpo se sometía al dictamen de la razón y la razón, al de Dios. Por desgracia, el demonio, al engañar a Eva y ésta a Adán, rompió ese lazo vertical jerárquico para colocar lo de abajo, arriba, y viceversa. Por miles de años, con excepción de los justos, la humanidad vino en decadencia porque desobedecieron la Ley Sagrada, dictada por Dios directamente a Moisés. ¡Y les costó muy caro a los prevaricadores!...

¡Si supiéramos entender la bondad de los Mandamientos!... Lo único que pretenden cada uno de ellos es que el hombre vuelva al Orden querido por Dios: que Él sea Amado y Adorado por el hombre, obedeciendo su Ley, y que el hombre sea un hombre racional, íntegramente humano y espiritual, dueño de sí mismo (gobernando la razón a la pasión) para que pueda brillar en la tierra por su virtud y en el Cielo como bienaventurado.

No se confundan jóvenes y maduros; no se hagan falsas y tontas ilusiones. Por más que el padre de la mentira, el demonio, los medios de comunicación y los malos libros o personas les digan lo contrario, sepan que las relaciones con el mismo sexo son abominables a los ojos de Dios; no hay punto de flexión. Dios, siendo Perfectísimo y Purísimo, jamás hubiera contradicho el sexto y el noveno Mandamiento ni hubiera tolerado el desorden natural ni moral en la persona humana, creatura predilecta de la Creación, de la que, repito, sólo desea que resplandezca por su belleza espiritual.

A las personas que han cambiado de manera de pensar, porque cambiaron su manera de vivir, y ahora sólo buscan justificarse con las ideologías en boga, -e incluso yendo a los templos con flores para que la mala relación sea bendecida-, recuerden que la luz de su razón y conciencia, nunca se apaga completamente, por más que el pecado parezca ahogarlas... Escuchen su corazón y dejen su sinrazón. En el fondo, ni ellos mismos quieren su perdición, y menos Dios. ¡Al contrario!... Por ese viene año con año para invitarlos otra vez a que retomen el camino, el camino del bien.

No hay otro camino; no hay varios caminos. El único camino es Cristo: Soy Yo el Camino, y la Verdad, y la Vida (Jn. XIV, 6). Si por casualidad tú estás en esa situación sombría, decídete y deja de una vez esa cadena que esclaviza; rompe para siempre esa mala relación; rómpela con fuerza cual se rasga un trapo; es sólo eso: humo que se desvanecerá, una sombra, una mancha obscura con apariencia de luz y alegría.

¡No te confundas! Decídete a ser lo que tus padres te enseñaron desde niño: a ser un hombre de bien, que profesa la Fe de Cristo y que lleva su cruz a cuestas. Entonces sí podrás gozar de una Feliz Navidad.