LAS HORAS CONTADAS PARA EL DÍA CERO

02.05.2025

Las Horas Contadas para el Día Cero
Una advertencia ante la fragilidad del mundo moderno y el llamado a la vigilancia espiritual

En tiempos recientes, una serie de apagones eléctricos y digitales han interrumpido la vida cotidiana en diversas regiones del mundo: Puerto Rico, España, Francia, México, entre otros. Las causas son diversas —desde fallos en infraestructuras hasta ciberataques—, pero el patrón es claro: vivimos en un sistema global cada vez más vulnerable, que parece ensayarse a sí mismo para el control absoluto. La pregunta que muchos empiezan a hacerse no es si volverá a ocurrir, sino cuándo.

¿Apagones como ensayo general?

La sospecha de que estos apagones puedan formar parte de un ensayo deliberado para ejercer control sobre las poblaciones no es una idea lejana. En una época donde las redes digitales rigen desde el comercio hasta la comunicación personal, apagar el interruptor del sistema puede bastar para sumir a una nación entera en la oscuridad —y no solo eléctrica, sino moral y social.

Lo que antes parecía impensable —un mundo desconectado del internet, sin dinero físico circulante, sin capacidad de comunicación ni abastecimiento— hoy se presenta como un escenario cada vez más posible. La tecnología, que ha prometido libertad y eficiencia, podría convertirse en el vehículo de una nueva forma de esclavitud: silenciosa, digital y sin escapatoria.

El nuevo becerro de oro: la digitalización económica

La desaparición paulatina del dinero físico y el auge de los sistemas de pago digital han reducido la economía global a una realidad intangible y, por lo tanto, frágil. Bancos, gobiernos y grandes corporaciones promueven un modelo financiero basado en la trazabilidad total, dejando poco margen a la privacidad y mucho espacio al control.

El problema no es únicamente económico, sino espiritual: la absoluta confianza en un sistema artificial nos aleja del principio cristiano de la Providencia. ¿Dónde queda la seguridad verdadera, sino en Dios? En tiempos en que todo puede desconectarse con un clic, urge volver a lo eterno y lo sólido: la familia, la comunidad, la oración, la vida sacramental.

Escenarios de un apagón total: una crónica anunciada

Minuto 1: El desconcierto se apodera de las masas. No hay mensajes, no hay internet. Las personas sienten el vértigo del silencio.
Minuto 5: Hospitales y cuerpos de seguridad activan planes de contingencia. Algunos aún confían en que será pasajero.
Minuto 30: Las comunicaciones colapsan. Las tarjetas dejan de funcionar. Se paraliza el comercio.
Hora 1: El caos se instala. Sin registros médicos digitales ni comunicación entre instituciones, el sistema sanitario se tambalea.
Hora 6: El pánico financiero se apodera de los mercados. Se detienen operaciones bursátiles. Nadie puede comprar ni vender.
Hora 12: Desesperación. Sin efectivo ni medios alternativos, las personas quedan a la intemperie. La información oficial escasea.
Hora 24: Colapso. No hay transporte, no hay alimentos, no hay orden. La fragilidad de nuestra civilización se revela en toda su crudeza.

Prepararse con sabiduría, vivir con fe

Ante un panorama de incertidumbre creciente, la preparación no puede limitarse al plano material. Si bien es prudente contar con respaldo analógico, alimentos no perecederos, dinero en efectivo o metales preciosos, todo ello es insuficiente si no se acompaña de una vida espiritual sólida y en gracia.

Algunas recomendaciones prudentes:

  • Mantener copias físicas de documentos y medios alternativos de comunicación.
  • Tener reservas en efectivo y considerar metales preciosos como defensa frente a la inflación.
  • Armar kits de emergencia para al menos 72 horas: agua, alimentos, herramientas básicas, medicinas, etc.
  • Fomentar comunidades locales, redes de ayuda mutua y cooperación fraterna.

Por encima de todo, la preparación más apremiante es de orden espiritual: la confesión frecuente, la participación devota en la Sagrada Eucaristía, el rezo diario del Santo Rosario en familia y la meditación piadosa de las Sagradas Escrituras. No podremos jamás enfrentar la oscuridad sin la luz viva de Cristo.

¿Estamos listos?

El mundo moderno vive a espaldas de Dios, confiando en su tecnología más que en la Divina Providencia. Pero el verdadero creyente sabe que todo lo creado es pasajero, y que sólo en Dios está la verdadera fortaleza.

La posibilidad de un "Día Cero" no debe ser motivo de miedo paralizante, sino de conversión. Una oportunidad para reencontrarnos con la verdad, la austeridad, la humildad y la comunión con nuestros hermanos. Recordemos las palabras del Señor: "Estad preparados, porque no sabéis ni el día ni la hora" (Mt 25,13).

Que el corazón del hombre moderno no se endurezca más. Que los apagones externos nos lleven a encender la luz interior. Y que, cuando llegue la prueba, podamos responder con fe, con caridad y con esperanza.

Colaboración: Juan Jauregui Comparán