LA DEPRESIÓN EN TIEMPOS DE LA GLOBALIZACIÓN

29.05.2025

Esta condición tan desfavorable para el espíritu humano es consecuencia, en nuestros días, por fijarnos metas fantásticas muy por encima de nuestras posibilidades. La globalización ha traído consigo una colectivización en los objetivos individuales que se ven delineados por la actividad de la vida diaria.

La estandarización de la individualidad, para un ciudadano de Occidente, es un reto que no se acepta amablemente … eso de ser sólo parte de un todo, es antinatural en una persona que siempre ha creído en ser único e irrepetible.

El cambio del paradigma que plantean los ideólogos de la izquierda, que ven al individuo como una parte y no como un todo, tiene sus consecuencias. Y por otro lado, la competencia laboral que limita el sueldo a las horas de trabajo, resulta inaceptable para quienes plantean su trabajo en base del bien común. La trascendencia del trabajo se limita por el corset económico que asfixia la creatividad.

El ingreso limitado no te da acceso al bienestar que ofrece la mercadotecnia, y surge la frustración y la culpa. La falta de un amor correspondido también fomenta la desesperanza y la carga emocional aumenta al paso del tiempo. Lo inalcanzable, ya sea económica, social, sentimental o profesionalmente, pasa factura con el tiempo; estas carencias reales o artificiales te van sembrando un sentimiento de tristeza persistente.

La frustración de no tener lo que deseas va creciendo como una culpa, te convence de tu inutilidad acabando por odiarte a ti mismo.

La falta o la renuncia a la espiritualidad perenne que se nos ha ofrecido en la Civilización Occidental, en este momento ha sido descartada por las ideologías y se encuentra con uno, sin la ayuda de Dios. Esta pérdida de una herencia entendida nos sume en una falta de interés por la vida y aparece de pronto el primer síntoma de la depresión se vuelve uno retraído y se aísla en un estado de indefensión. Esta depresión en su fase aguda te provoca tristeza, tu apetito se vuelve desordenado, pierdes el sueño; la fatiga y falta de energía aparecen como una carga cotidiana.

La vida no es un juego virtual en que tú eres el héroe del momento; te enfrentas a una realidad desordenada que no puedes manejar, para compensar la presión social, económica, familiar y profesional. La mente se refugia en el desinterés y el aislamiento, sólo quieres dormir y quizá morir antes que enfrentar las exigencias del vivir en un entorno inaccesible.

Vuelve al amor que ofrece Dios, con los consuelos de la religión y los designios del Altísimo … ¡Pide, ruega y reza! … Y volverá, poco a poco, o de repente, la paz, la vitalidad y regresarás a vibrar de energía ante el panorama emocional y recobrar tu individualidad con esperanza.