¡Ecclesia Supra! Unidos en la fe ante la llegada del pontífice León XIV

En estos tiempos de incertidumbre y confusión, cuando los vientos del mundo soplan con fuerza y las aguas parecen agitadas, los fieles católicos estamos llamados a mirar con esperanza y firmeza hacia el cielo. La Santa Iglesia -columna y fundamento de la Verdad-, ha recibido un nuevo pastor: el Papa León XIV. No por azar, no por cálculo humano, sino por la misteriosa y perfecta voluntad de Dios, manifestada a través del Espíritu Santo que guía al Colegio Cardenalicio.
Como verdaderos católicos, no debemos caer en la tentación de las divisiones, de las opiniones apresuradas, ni de los juicios humanos. La Iglesia no es nuestra para moldearla a nuestro gusto, es de Cristo, y Él la conduce por medio de sus pastores. Recordemos que el Papa es elegido a través de la intercesión del Espíritu Santo, y aunque no comprendamos todos los caminos del Señor, confiamos en que Él no abandona a su Esposa.
San Juan Bosco -en su célebre sueño de la barca en la tempestad-, nos mostró cómo el Papa, conduce la nave de la Iglesia hacia puerto seguro. En medio de las olas embravecidas del mundo moderno, la barca de la Iglesia no está a la deriva sin rumbo, sino que permanece firmemente anclada entre dos columnas majestuosas: la columna de la Eucaristía -fuente de vida y alimento espiritual-, y la columna de la Santísima Virgen -Madre que guía con ternura y firmeza a sus hijos-.
Hoy, más que nunca, debemos ser como aquellos marineros fieles: orantes, prudentes, sacrificados y no sembrar discordia ni alimentar rumores. La Inteligencia Artificial, las noticias falsas y las voces del mundo buscan confundirnos, dividirnos y alejarnos de la Verdad. No les demos lugar. Aferrémonos a esas columnas -anclas de esperanza y Verdad-, y ayudemos a mantener firme el rumbo hacia Cristo.
La actitud del verdadero católico es la de la oración constante, el sacrificio silencioso y la firme esperanza. No estamos llamados a emitir certezas humanas, sino a vivir la certeza divina: que Cristo ha vencido al mundo, y que su Iglesia no será vencida por las puertas del infierno. La Iglesia, aunque perseguida o debilitada, no será vencida porque está fundada sobre la roca, que es Cristo. No luchamos solo contra un enemigo espiritual, sino también contra estructuras, ideologías y estilos de vida que nos alejan de Dios.
La victoria de Cristo no es solo futura, sino ya lo es también en el presente: Él ha vencido, y nosotros participamos de esa victoria cuando vivimos en gracia.
Los verdaderos cristianos debemos estar siempre preparados y unidos en oración, rezando por la cabeza de la Iglesia en la tierra; confesados; en comunión; en paz con Dios y con nuestros hermanos. Cada uno debe poner su granito de arena, ser y actuar de la mejor manera posible, bajo las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Trabajemos como si todo durara mil años, pero recemos y obremos como si todo terminara esta noche. Porque cada día es una oportunidad para salvar nuestra alma, para vivir como verdaderos cristianos y para ser testigos de la unidad en medio de la tormenta.
No fomentemos divisiones dentro de nuestra casa. Fomentemos la fe. Fomentemos la unidad. Fomentemos la esperanza. Y, sobre todo, confiemos en que el nuevo Papa León XIV ha sido elegido por Dios para este preciso momento de la historia. Recibámoslo con humildad, con amor filial, y con la certeza de que el Espíritu Santo no abandona a su Iglesia.
¡Ecclesia Supra! ¡Viva Cristo Rey!