¿UN NO CATÓLICO, QUE ES HONESTO Y BUENO, PUEDE SALVARSE?

26.05.2025

Estamos tentados a decir que no, pero a ciencia cierta no lo sabemos. No podemos penetrar en el alma de esa persona que no es católica, ni conocemos cuál es su relación con Dios ni cuántas oportunidades le ha dado para convertirse. Sabemos que habrá un juicio particular, en el cual cada uno de los hombres se presentará ante Dios inmediatamente después de la muerte; se nos juzgará por nuestras acciones y por el aprovechamiento de las gracias que Él nos ha regalado. Al que le dio mucho, le pedirá mucho; al que le dio poco, poco le reclamará. Estrictamente hablando, solo Dios puede contestar esta pregunta.

Pero lo que sí sabemos con certeza es que Dios no se queda con ninguna de las buenas obras que el hombre realiza. Dios las paga una a una, y a veces devuelve el ciento por uno. Si una persona hizo el bien durante su vida, seguramente Dios la recompensará. Pero si el premio no alcanza para la vida eterna, entonces lo recibirá en esta vida, en forma de salud, riqueza o tranquilidad. Por eso vemos a buena gente no católica que goza de una buena vida.

Sin embargo, advierten los santos que tengamos cuidado los que creemos en el verdadero Dios y que recibimos abundancia de bienes en este mundo. Pudiera ser que Dios nos esté pagando nuestras buenas obras ahora, y no reserve nada para la eternidad. Para la vida de un cristiano, aceptar la cruz que Dios nos regala es el mejor pronóstico de que recibiremos nuestra corona de gloria en la vida eterna.

Por otra parte, sabemos —conforme lo han explicado los santos y los Padres de la Iglesia— que fuera de Cristo, fuera de su Iglesia, no hay salvación. Basta con recordar las palabras de Nuestro Señor antes de su ascensión a los cielos: "Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a todas las criaturas. El que creyere y se bautizare, se salvará; pero el que no creyere, será condenado" (Mc 16, 15-16). Es bastante claro: el que crea y se bautice, se salvará. Pero no solo eso. En otra parte de los evangelios, completa este mandato: "No todo aquel que me dice: '¡Señor, Señor!', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial; ése entrará en el Reino de los Cielos" (Mt 7, 21-22). En pocas palabras: no es suficiente creer en Dios; la fe debe estar acompañada por buenas obras. Esa es la fórmula: tener fe y realizar buenas obras.

¿A qué llamamos tener fe, y cuáles serían las buenas obras? La fe está resumida en el Credo, y las buenas obras están señaladas en los Mandamientos, que sintetizan la voluntad del Padre. Quien cree en todas las verdades contenidas en esa pequeña fórmula que repetimos al menos cada semana en Misa —el Credo— podemos decir que tiene fe. Quien hace suyos los mandamientos de Dios y de la Iglesia —que se sintetizan en amar a Dios y al prójimo, así como participar en el cuidado de su Iglesia— está cumpliendo con las buenas obras solicitadas.

Aún más: no todas las buenas obras son suficientes para alcanzar la salvación. Necesitamos de la "gracia de Dios". Esta gracia es un don gratuito de Dios a todos los hombres. Podemos identificar dos tipos de gracia: la actual, por la cual Dios nos recuerda que necesitamos acercarnos a Él y nos impele a realizar buenas obras; y la habitual, cuando esa gracia se convierte ya en una forma de ser y vivir en la presencia de Dios.

La gracia de Dios sobrenaturaliza nuestras obras, aun las más pequeñas y aparentemente insignificantes, como saludar a una persona o incluso dormir. Para que nuestra fe y nuestras obras sean meritorias para la salvación, necesitamos estar en "gracia de Dios", es decir, estar limpios de pecado. Si bien Dios concede su gracia a todos los hombres instándolos a realizar obras buenas (gracia actual), empezando por su propia conversión, solo cuando esa gracia es aceptada y acompañada de los sacramentos —que la confieren en mayor medida— y sobre todo cuando es frecuente (gracia habitual), esas obras se vuelven más meritorias ante Dios y suman puntos para la eternidad.

No es suficiente realizar buenas obras; es necesario sobrenaturalizarlas con la gracia, hacerlas meritorias ante Dios.

Es necesario hacer otra aclaración. La salvación de cualquier persona, católico o no, no dependerá exclusivamente de su fe y sus obras, sino de los méritos alcanzados por Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz. Él nos abrió las puertas del Cielo y pagó con su sangre nuestros pecados. Nadie puede salvarse por sí mismo, sino por la Gracia de Dios.

En conclusión, no sabemos con certeza si un no católico puede salvarse, pero sí estamos seguros de que un católico que tiene fe, hace buenas obras y está continuamente en gracia de Dios, casi seguramente se salvará.