JESÚS CONSUELA A LAS PIADOSAS MUJERES


8ª ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS PIADOSAS MUJERES 

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo. 


No lloréis por mí, llorad sobre vosotras.
(Lc. 23,28)

No quiero llorar por Tí:
quiero llorar mis pecados.

Las almas vienen siguiendo
la púrpura de tus pasos;
todas quieren consolarte
¡y todos vienen llorando!,

yo, Señor, aunque te miro
todo del Amor llagado,
no quiero llorar por Tí,
oh divino Enamorado.

Yo sé que por fuera sufres,
mas, por dentro, estás gozando,
porque el Amor, cuando hiere,
es como aroma de bálsamo
que mientras más nos traspasa
es más suave y delicado.

Las heridas de amor saben
a miel y huelen a nardo.

¿Por qué entonces, sin quererlo,
van mis lágrimas brotando?

¡Señor, no lloro por Tí:
que lloro por mis pecados!

No lloro de verte herido,
lloro de haberte olvidado.

Déjame llorar, Señor,
para siempre, sin descanso.

Déjame llorar, Señor,
-lluvia de pétalos blancos-
de mis ojos doloridos
caigan las gotas de llanto,
y laven con su blancura
lo negro de mis pecados.

Tu amor y yo, frente a frente,
a solas, los dos estamos;
y mis dos ojos te dicen
lo que no puede mi labio.

Mira quebrado a tus pies
mi corazón de alabastro,

¡tan duro para quererte,
para olvidarte, tan blando!
mira cómo, de la herida mana
el olor de mis nardos...

Tu amor y yo, frente a frente,
a solas, los dos estamos.

Los dos, con el alma rota;
los dos, transidos de bálsamo.

¡Y tus dos ojos me dicen:
"Mucho se te ha perdonado"!


Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padre Nuestro, Ave María y Gloria...