HISTORIAS EXTRAORDINARIAS DEL NIÑO DIOS

HISTORIAS EXTRAORDINARIAS DEL NIÑO DIOS

La Navidad es la época de la espera, de disponer el corazón con fe y esperanza para estar preparados para la venida de Nuestro Redentor. Habrá quien le demuestre su amor haciendo pequeños sacrificios; otros, una buena confesión; y habrá quien lo recuerde, poniendo en su casa la magnífica escena de su Nacimiento.

El Niño Dios desea corazones ardientes, que le demuestren su amor, como lo hicieron aquellos Santos con los que tenía una particularidad relación:

San Pío de Pietrelcina:

Cuenta el Padre Raffaele da Sant'Elia a Pianisi, que vivió treinta y cinco años en San Giovanni Rotondo: «Me levanté para ir a la Iglesia para la misa de medianoche de la Navidad de 1924. El pasillo estaba sumergido en la oscuridad, roto solamente por la pequeña llama de una pequeña lámpara de aceite. En esa penumbra vi que el padre Pío también estaba bajando a la iglesia. Había salido de su celda y caminaba con pasos lentos. Me di cuenta de que estaba envuelto en un halo de luz. Me vi mejor y vi que tenía al Niño Jesús en sus brazos. Me quedé petrificado a la puerta de mi celda. Me arrodillé. El padre Pío pasó a mi lado radiante y ni siquiera se dio cuenta de mi presencia».

San Francisco de Asís:

San Francisco de Asís encontró con facilidad quien representara el Nacimiento del Niño Dios. Cada personaje de esta hermosa escena, hasta buey, corderos y asno tenía, pero no un bebé que hiciera las veces del niño Dios. A la media noche, una luz resplandeciente apareció en el pesebre y el mismo Niño Divino se apareció ante el Santo, para ser adorado por este hijo predilecto y los pobres de Asís.

Santa Teresa de Jesús:

Dícese que, en cierta ocasión, al bajar la Santa unas escaleras en la Encarnación de Ávila, se le apareció un hermoso niño, y pensando que se trataba de un hermano o sobrino de alguna religiosa de la Comunidad, la Santa se dirigió a él preguntándole:

-¿Como te llamas, hermoso niño?

-¿Y tú, ¿cómo te llamas? preguntó él a su vez;

-Yo soy Teresa de Jesús, respondió la Santa,

-Pues yo soy Jesús de Teresa, replicó él.

Era el Niño Jesús

¡Qué grandiosa distinción recibieron del Niño Dios Santa Teresa de Jesús, el Padre Pío y San Francisco!

Hagamos de esta Navidad, no una simple celebración, sino una verdadera entrega de nuestros corazones que, aunque no tengamos grado de santidad, y seamos mudables como una veleta, estemos dispuestos a ser del agrado del Niño Dios.

En esta navidad … ¡Venite adoremus, Venite adoremus, Venite adoremus Dominum!