SE ACERCA EL DOMINGO DE RAMOS

SE ACERCA EL DOMINGO DE RAMOS

El día de las palmas, en que entró el Señor a Jerusalén, es el día que se le recibió como el Ungido, el Rey de Reyes, el Mesías el esperado por más de 1000 años, en ese momento. Ese era Jesús, el Emmanuel que recibía el homenaje a su persona. ¡Él venía a satisfacer las esperanzas de un pueblo y de la humanidad entera!

Venía montado en su borrico, sin fausto, sin vestidos costosos ni guardias. Era la humildad perfecta siendo Dios y hombre. El pueblo lo reconoció … pero, el sanedrín lo rechazó … Ese día no alzaron las voces, dejaron que el pueblo lo vitoreara y callaron, esperando el momento en que emergiera su maldad.

Este próximo domingo, recordaremos ese capítulo de la historia de Jesús, el Dios-Hombre, reconocido por los pobres, los humildes y los que no abrigaban envidia en su corazón … ¡La gente se volcaba ante su paso! … Este próximo domingo, antes de Pascua, es decir, el sexto domingo de Cuaresma, la entrada triunfal en la ciudad de David, es el inicio de la Semana Santa.

Las Palmas con que fue victoreado y tendidas como alfombra en su camino, son recogidas por la Iglesia, que luego se queman ritualmente, para hacer las cenizas que se utilizarán el miércoles de ceniza, que es el primer día de la Cuaresma.

¡Así, este día de triunfo se convertiría en el Jueves y Viernes Santo! … en los días de la Pasión.

¿Cómo es posible que cambie tanto el ser humano? … Bastarán unos días para que el triunfo se convierta en una aparente derrota; del reconocimiento, al patíbulo. No hay que desconocer que Dios dejó obrar al diablo para que se cumplieran las profecías.

Esto nos debe enseñar, que nadie tiene segura la salvación. Ahora eres un ferviente cristiano y, a los días, el pecado te convierte en un enemigo de Dios.

Pidamos al Señor Nuestro Dios, fidelidad y perseverancia para mantenernos limpios ante su mirada. Y que cuando nos presentemos ante Él, como Señor y Juez, tenga el recuerdo de las palmas de nuestra oración y sea benigno con su creatura, y nos dé el paso a la bienaventuranza eterna.

 Amén.