PEQUEÑECES
PEQUEÑECES
Alexis Carrel, un médico francés del siglo XIX-XX, Premio Nobel en Fisiología, fue el primero en cultivar tejidos para os que habían sufrido quemaduras; filósofo por naturaleza y médico de profesión. Se dio a la tarea de investigar el "tamaño del hombre" en relación con el universo, y después de mucho cavilar, llegó a la conclusión que la medida del hombre está en la media entre el átomo y la estrella.
Con humildad somos polvo, y por dignidad, más que eso. Somos hijos de Dios, compartimos con Él atributos propios de Dios, aunque muy limitadamente: entendimiento y voluntad. Estas características nos hacen los amados del universo y nos auguran un destino maravilloso y eterno.
No nos distraigamos de nuestro fin; no caigamos en reducir al hombre a una cosa, a un instrumento de trabajo, para que otros se llenen los bolsillos. No somos chairos, fifis, conservadores o liberales. Estas definiciones son propias de los racionalistas que no comprenden nuestra dignidad y se vuelcan a convencer a los demás que no somos nada, que lo que importa es el Estado, y la Política, el medio de distribución de la herencia que nos dejó Dios para el sustento en nuestro paso por la vida.
Somos una mirada amorosa de Dios; somos la niña de sus ojos. Compartimos la misma Madre: Santa María, Madre de Dios y de los hombres. No defraudemos a nuestra Madre y a nuestro Hermano. No queramos hacer del mundo nuestro destino.
Tenemos un origen más elevado; somos más valiosos que las estrellas del Cielo y todo el oro del mundo.
Abramos los ojos de los mexicanos y mostrémosles su Acta de Nacimiento: sus abuelos fueron los Profetas, su Padre, Dios y la Virgen Santísima su Madre; Jesucristo, Maestro y Salvador nuestro, es también nuestro Hermano amado.
Con esta herencia divina, no ames el oro que se destruye; ama más a tus hermanos, que también tienen la misma herencia... pero no lo saben... o no lo recuerdan.
SAPIENTIA LDI
EDITORIAL