LUCES PARA VIVIR LA CUARESMA

LUCES PARA VIVIR LA CUARESMA

Nos encontramos a unos días de iniciar la Cuaresma, precisamente ¡a una semana!... ¿Cómo nos sentimos? ¿Estamos preparados para vivir más cristiana y austeramente por cuarenta días?

Quizá después de tantas fiestas decembrinas y de principio de año, nuestro espíritu se encuentre algo disipado y la voluntad relajada. Pero dentro de todo ese regocijo y algarabía, siguen radiantes luces que aún nos alumbran, guían y abrazan para iniciar, con ánimo decidido, estas próximas semanas de Cuaresma.

Todos los que nos preciamos de ser católicos, deberíamos ansiar la llegada de la liturgia morada para vivir con fidelidad la oración y penitencia a las que la Iglesia nos exhorta. ¡Oración y penitencia!... no son palabras huecas ni mandatos inútiles. Por algo nuestra Iglesia es madre y maestra, porque sabe lo que conviene a nuestra salvación, además de ser su primera preocupación. Oración y penitencia son las condiciones necesarias para la conversión del alma… y la conversión, animada de Gracia Santificante, que al fin sólo es Caridad, son las únicas llaves que abren las puertas del Cielo.

Esto es exactamente lo que nos recuerdan las luces sobrenaturales que celebramos hace unas semanas: la estrella de los Reyes Magos, que nos habla de que la Fe, Esperanza y Caridad (Virtudes Teologales), nos conducen al Dios Niño. Por su parte, las candelas de la Fiesta de la Purificación nos hablan de la necesidad de purificar el alma para encontrar la Luz…

¿Cuál Luz? Nuestro Señor Jesucristo. El Verbo era la Luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (Juan, I, 9).

¡Ánimo católicos! Los resplandores de la estrella de Belén y de las candelas de la Purificación, nos siguen mostrando y aclarando, cada año, el único camino que conduce a Cristo resucitado: el camino de la Cruz… No hay otro camino que el que recorrió nuestro Redentor. Las crucecitas diarias, una mayor oración y penitencia, son necesarias para que el alma se desprenda cada vez más del mundo, del demonio y de la carne; para que aspire a una vida más hermosa como lo es la sobrenatural, y para que se eleve a un Amor más perfecto.

Es imposible aspirar a la unión con Dios si no mortificamos el cuerpo y la voluntad. No hay mística sin ascética, ni vida verdadera sin antes haber muerto a nuestra concupiscencia.

Que la estrella de los Reyes Magos y las candelas de la Fiesta de la Purificación nos animen a una santa cuaresma.