LA DEFENSA DE LA TRADICIÓN
LA DEFENSA DE LA TRADICIÓN
Por qué el Halloween es Ajeno al Alma Católica Mexicana
Para el pueblo católico de México, las tradiciones en torno a la muerte no son un simple folklore, sino una expresión profunda de fe, identidad y un vínculo sagrado con los difuntos. En los últimos años, la celebración del Halloween, con su desfile de brujas, monstruos, vampiros y calabazas, ha sido identificada con razón como una imposición cultural ajena que ofende la memoria de nuestros muertos y vulnera el pensamiento cristiano que forjó a la nación.
Una Raíz Espiritual vs. una Distorsión Profana
La tradición mexicana del Día de Muertos, tal como se consolidó en el periodo novohispano, es un acto de fe católica fusionado con el respeto ancestral. Su centro es el rezo, la ofrenda y la memoria serena de quienes se nos han adelantado. Se visita el panteón para acompañar a los seres queridos, no para burlarse del más allá en la concepción indígena. La flor de cempasúchil guía las almas, el incienso purifica el ambiente y la comida en la ofrenda que refleja la creencia en la eternidad del alma.
Frente a esto, el Halloween representa lo opuesto: una trivialización de lo espiritual. Su imaginería, centrada en el terror, lo siniestro y lo grotesco, convierte el misterio de la muerte en un espectáculo de miedo. Figuras como las brujas y los vampiros, asociadas en el imaginario cristiano con el mal y lo demoníaco, son una burla a la solemnidad del "Recuérdame, Señor, cuando estes en tu reino". La calabaza tallada, lejos de ser un inocente adorno, tiene sus raíces en una leyenda pagana de origen celta sobre un espíritu tramposo, lo que la hace incompatible con el simbolismo sacro de la cruz y los cirios.
Una Ofensa a la Memoria y al Culto a los Difuntos
Alternar la memoria sagrada de nuestros fieles difuntos con monstruos y bromas de "truco o trato" no es una simple convivencia de costumbres, sino una ofensa directa. Mientras nosotros velamos y oramos, el Halloween invita a evocar, aunque sea en juego, elementos que la doctrina católica rechaza. Esta festividad vacía de contenido espiritual el momento más significativo del año para el alma mexicana: el reencuentro ritual con sus muertos.
La Iglesia Católica, de hecho, ha alertado reiteradamente sobre los riesgos espirituales del Halloween. En 2009, el Vaticano publicó un artículo en el que el Sacerdote Joan María Canals afirmaba que "la fiesta de Halloween, por su misma naturaleza, favorece la creencia en la reencarnación y la evocación de los muertos", prácticas explícitamente condenadas en el Deuteronomio (18, 10-12). Desde esta perspectiva, no se trata de una celebración inofensiva, sino de un caballo de Troya cultural que promueve un sustrato pagano y anticristiano.
Conclusión: Defender la Identidad es Defender la Fe
Calificar al Halloween como una fiesta ajena y potencialmente dañina no es un acto de intolerancia, sino de defensa legítima. Es la defensa de un espacio sagrado —el de la memoria y la fe— contra una trivialización comercial y profana. Para el católico mexicano, aceptar que la conmemoración de sus difuntos se mezcle con calabazas y disfraces de monstruos es permitir que se erosione el significado más profundo de la vida, la muerte y la esperanza de la resurrección que yace en el corazón de su credo. Defender el Día de Muertos es, en esencia, defender el alma misma de México.


