SONRISAS GRISES

11.04.2024

Hoy quiero escribir sobre los niños, no precisamente porque éste es el mes en que los celebran, sino porque últimamente se lee y se oye hablar de ellos, y nos han impactado los temas en los que ahora, esos pequeños son tristemente protagonistas. Me refiero a la hipersexualidad de que son objeto hoy, fruto de un acelerado proceso de descristianización, de la depravación moral de gobiernos con su "ideología de género", de "educadores" corruptos, y peor aún, de ¡padres de familia ignorantes, indolentes, faltos de sentido común, o de plano, también hipersexualizados.

Los niños, desde el origen de la humanidad, siempre han sido considerados, por los adultos pensantes y normales, como una bendición del Cielo, como un encanto por su inocencia y como una gran alegría para toda la familia. Por los niños, como hijos, los papás hacían el máximo esfuerzo por su educación en casa y en los mejores colegios -si se podía-, procurando una educación cristiana e integral, y en las circunstancias más adecuadas para su formación: convivencia, descanso, sanos entretenimientos, agrupaciones cívicas honorables, asociaciones religiosas, etc. En una palabra, los papás y los maestros hacían todo el mayor bien de los niños.

Desgraciadamente este idílico para los niños empezó a desdibujarse a partir de hace varias décadas, cuando las madres, voluntariamente o no, salieron de sus casas para conseguir otro salario. Y entonces, muchos niños empezaron a sentirse abandonados entre las cuatro paredes de su casa, y esa falta de atención y cariño por parte de sus padres, afectó su desarrollo psicológico y su conducta se volvió, en unos, tímida e insegura, y en otros, violenta.

Estos sentimientos de abandono y de falta de dirección aterrizaron más nocivamente, por desgracia, a raíz del último desplante de autoritarismo global llamado "pandemia", sufrido apenas hace unos años. Las estadísticas oficiales anunciaron entonces, ante la sorpresa de muchos, que en ese periodo de encierro obligatorio, la violencia intrafamiliar aumentó escandalosamente, al igual que trastornos mentales en niños y adolescentes, tales como la ansiedad, irritabilidad y la depresión.

Durante ese encierro, el uso de las computadores y celulares para las clases y actividades escolares, seguramente mejoró las habilidades digitales tanto de padres como de hijos pero, lamentablemente, la tecnología, en manos de niños y adolescentes inmaduros ¡y solos!, les abrió la oportunidad de ver y oír lo que quisieran. La curiosidad natural pero indiscreta, el despertar del instinto sexual (si no es que abortado por algún abuso sexual previo), el "boom" del sexo en la tv, cine y redes sociales y la falta de vigilancia y de formación moral y religiosa por parte de sus padres, detonaron que los niños buscaran más fácilmente pornografía en internet… Y por desgracia, esto causa adicción.

¡Esto es un crimen inaudito! Los efectos dañinos de la pornografía, en el cuerpo de un niño, son innegables; ciertamente puede que no maten su cuerpo ¡pero sí el alma!... Un niño que sabe de sexo a temprana edad, cuando su desarrollo es prematuro, sufre graves consecuencias psicológicas o morales, cuyas heridas, aunque no las advierta plenamente, le van a afectar toda la vida. Una inmediata y visible es la desaparición del brillo diáfano de sus ojos y lo rosado de su sonrisa… se vuelve grisácea.

Papás, maestros, hermanos mayores: no se acobarden por la avalancha pervertidora de la ideología de género y sus amenazas. Asuman valientemente su papel de MORALISTAS y prohíban la pornografía a sus pequeños, a sus jóvenes y a ustedes mismos. Los que tienen el alma limpia, los vivos, merecen vivir alegremente; los que tienen ennegrecida el alma, los muertos, merecen resucitar… ¡No a las sonrisas grises!