SIGUIENDO LOS PASOS DE LOS CRISTEROS PARROQUIA "EL DULCE NOMBRE DE JESÚS"

10.07.2025

Replicando sus campanas a diario, la Parroquia "El Dulce Nombre de Jesús" ubicada en Guadalajara, Jalisco, en la calle Garibaldi #780, llama a los fieles católicos a presenciar el milagro supremo … ¡el Sacrificio de la Santa Misa! … Ese mismo sonido ha convocado a miles de familias del mismo barrio o vecinas, desde 1815 que fue fundada. Muchos Santos Sacerdotes han pasado por su altar y han predicado a muchas familias católicas.

Pero, hubo una época donde las campanas de esta Parroquia y la de todas las Iglesias de México dejaron de sonar, debido a la imposición de la Ley de tolerancia de cultos, mejor conocida como la "Ley Calles", que buscaba "regular el culto" de los católicos mexicanos, que eran mayoría, y que según el gobierno de aquél entonces, presidido por Plutarco Elías Calles … "el culto los enajenaba" … ¿Cómo creyó ese señor, que la espiritualidad pudiera ser limitada? …

El anticlericalismo, que ya se había manifestado en nuestro país, pero que, durante el Porfiriato, había permanecido dormido, despertó con el rugido del enemigo jurado, y se recrudeció con esta ley. El 31 de julio de 1926, cuando esta ley entro en vigor, significó el día que la Divina Providencia dispuso para que oficialmente diera inicio la lucha por la fe en nuestra Patria y una gran prueba de amor en el corazón los católicos mexicanos … ¡estar dispuestos a dar la vida por Cristo Rey!

¡El Espíritu Santo, inspiró a la sociedad mexicana de aquel momento! … Y la manifestación de esta injusticia quedo grabada en la Historia con el martirio de miles mexicanos, a quienes conocemos con el nombre de Cristeros que tan sólo de pensar en vivir ellos y sus familias sin el auxilio de la Gracia, de Jesús Sacramentado y sin libertad religiosa, dieron la lucha hasta sus últimas consecuencias.

Los Cristeros eran personas sencillas, que aspiraban a ser del agrado de Dios y, como buenos hijos, procuraban los Sacramentos diarios para mantenerse en Gracia; eran devotos al Sagrado Corazón, a la Santísima Virgen de Guadalupe y muchos de ellos, eran Adoradores nocturnos. Algunos Cristeros jaliscienses, eran fieles de la Parroquia de El Dulce Nombre de Jesús. Entre ellos se encontraban Salvador y Ezequiel Huerta Gutiérrez, hermanos de los Reverendos Padres Eduardo y José Refugio, que eran muy queridos por la sociedad tapatía de la época.

Salvador y Ezequiel eran dos padres de familia: el primero, era mecánico con grandes habilidades matemáticas y muchos conocimientos especializados aprendidos con la práctica; y el segundo cantante de música sacra con voz grave y melodiosa que podía distinguirse a lo lejos. Los dos, según sus hijos, eran padres amorosos, no se imponían, pero se hacían obedecer, disciplinados y con gran fe.

Ellos, entendían la gravedad de lo que estaba pasando, no sólo por lo que veían y escuchaban a su alrededor, sino por la persecución que estaban sufriendo sus propios hermanos y por su cercanía con el Arzobispo Monseñor Orozco y Jiménez. Además, que eran simpatizantes de la gran labor del Maestro Anacleto González Flores, dirigente intelectual del boicot y de la Guerra Cristera con quien los unía una sincera amistad y compartían el mismo ideal.

Sus hijos mayores, Salvador y Manuel, con 19 y 20 años respectivamente, al escuchar la convicción, elocuencia, profundidad y verdad de las palabras del Maestro Anacleto, no dudaron en unirse a la Unión Popular y a la ACJM para colaborar con lo que ahí se había fraguado … Un día, simplemente no llegaron a dormir, ya estaban en el campo de batalla, se habían convertido en Cristeros. Poco se sabía de ellos, llegaban rumores buenos y malos, pero algunas noticias alentaban a Ezequiel y Salvador para tener esperanza de su regreso, pues, la decisión de sus primogénitos les había sido difícil de asimilar.

Una mañana les llegó la triste noticia de que el Maestro Anacleto, junto con los hermanos Vargas y Luis Padilla habían sido arrestados, torturados y fusilados. Esta noticia conmocionó a toda Guadalajara. Estuvieron presentes en el velorio, junto con sus dos hijos que llegaron poco tiempo antes de que esto sucediera. Al ver todo el panorama, los hermanos Huerta decidieron mandar a sus hijos a EE.UU. para que no corrieran la misma suerte del Maestro Anacleto, y parece que con esta decisión, Dios les otorgaría el martirio.

Un día después del fallecimiento del Anacleto, el 02 de abril, los de la "Secreta" con el pretexto de que requerían el servicio de un mecánico, irrumpieron en el taller donde se encontraba Salvador y Ezequiel, al mismo tiempo que cateaban su casa …

Manuel, que había estado una noche anterior, había olvidado su pistola, que tenía inscrito "El Verbo de Dios se hizo hombre". Esto era característico en las armas de los Cristeros, lo cual fue suficiente para arrestarlos bajo el pretexto de que en el taller se hacían armas y, para mayor prueba, la que habían encontrado.

Sin juicio alguno, fueron torturados y fusilados. A Ezequiel, lo golpearon, desollaron de las plantas de los pies y lo colgaron de los pulgares de la mano, y a Salvador, le hicieron lo mismo, sólo que a él lo colgaron de los pies.

Antes de morir (esto se sabe por la narración del sepulturero que estuvo presente), los hermanos, perdonaron a sus verdugos y con todas sus fuerzas Ezequiel canto… ¡Que viva mi Cristo, que viva mi rey! … mientras las balas perforaban su cuerpo. Ante esto Salvador, se quitó el sombrero y le dijo a su hermano, compañero de vida … ¡me descubró ante ti, hermano, porque eres ya un martir!

Y con esta frase, surgió la última que pronunciaría su boca … ¡Les pongo esta vela en mi pecho, para que no fallen ante este corazón dispuesto morir por su Dios, porque lo amo mucho!

Lo sucedido, los llevó a los altares como Beatos, en noviembre del 2005 … y fue, en esta Parroquia de El Dulce Nombre de Jesús, que tanto querían, donde actualmente reposan parte de sus restos.

¡Beatos Salvador y Ezequiel Huerta, intercedan por nosotros!