LA LUCHA ES DE LOS JÓVENES

08.09.2023

Ya desde tiempos de Sócrates, el gran filósofo griego, criticaba a la juventud: "Los jóvenes hoy en día – decía - son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros". Y si bien ya en esos días ésa era la percepción, hoy podemos notar un panorama más completo al respecto. Y es que las mismas razones por las cuales suceden esas actitudes en la juventud, son las causales de grandes obras.

La juventud no es una enfermedad para curar, sino un río que encauzar; puede destrozar caminos y ciudades, o bien, puede proveer de la más abundante vida cuando sigue correctamente su cauce.

Nosotros los jóvenes tenemos en potencia grandes virtudes como la fortaleza, la tenacidad y la gallardía. Pero éstas necesitan ser impulsadas y correctamente conducidas, porque si no, pueden caer en el error o el vicio con la ausencia de una guía prudente de los que ya han recorrido ese camino. Mucho se habla ya de los casos de imprudencias, arrebatos, entre muchas otras cosas más que podemos cometer cuando no se tiene una figura madura a nuestro lado, y es tan sabido, que ya no es necesario mencionarlo.

En contraste, en la adultez y posteriormente en la vejez, tienden a atenuarse estas virtudes, haciéndose presentes muchas otras en su lugar, como la prudencia, la sabiduría y la serenidad. Durante el desarrollo de estas dos etapas respectivas puede hacerse notorio el cambio de hábitos de la persona, consiguiendo métodos más sofisticados para la consecución de un objetivo o incluso intelectualizando sus mecanismos de acción gracias a experiencias pasadas.

Sin embargo, de lo que casi no se habla es que estas etapas de la vida también pueden caer en riesgos, quizá menos evidentes que en la enérgica vida de la juventud, pero no menos peligrosos. Las acciones emprendidas con una previsión exagerada de los peligros o incluso la ausencia de éstas por la misma causa tienden a ser algo común debido a las malas experiencias del pasado y los miedos generados por el conocimiento de los peligros que hay en el mundo.

¿Pero si los adultos son los que guían a los jóvenes, quién tendría que guiarlos a ellos? Si prestaste atención al título de este artículo, seguramente ya sabrás la respuesta: los jóvenes. Y es aquí donde el título cobra sentido. "La lucha es de los jóvenes", pues son ellos los que pondrán el ímpetu desmedido a las causas más nobles del adulto es modular y dirigir ese ímpetu hacia la causa correcta; hacia nuestra causa: la causa de Dios y de la Patria.

Es sólo con esta simbiosis con la que se podrá dar una lucha real, constante y efectiva. Ni la acción sin detenimiento, ni el detenimiento total; el justo balance.

Los que saben, ya han recorrido el camino de la lucha y por lo tanto tienen una mayor experiencia, tienen el deber de enseñar, impulsar y modular a los recién incorporados a la lucha. Más no se confundan estos términos. Al decir "enseñar" no nos referimos únicamente a la transmisión de conocimientos, sino el encontrar los mecanismos efectivos para el verdadero aprendizaje; al decir "impulsar" estamos pidiendo el alentar la acción bien planeada, motivar el estudio y buscar el bien del compañero; y por último el "modular" no quiere decir desacelerar, ni mucho menos paralizar, sino todo lo contrario: hacer, con el debido respeto y cuidado, y arriesgarse cuando la causa así lo requiera.

Por otro lado, de los jóvenes es la valentía y el arrojo, y es nuestro deber saber controlarlos. No se confundan estos términos, puesto que no quiere decir "pelear por pelear". Vale más ganar amistades por un liderazgo que arrastra, a alejar a la gente de la causa por terquedad. Hay que ser valientes y arrojados, más no temerarios. Hay que defender nuestro terreno y dar la vida si es necesario, pero no siempre es necesario. Hay que arriesgarse cuando el enemigo blasfema, pero siempre hay que hacerlo con el respaldo de un plan bien elaborado. Reconociendo con humildad pues sin una de las dos contrapartes no se está completo. Escuchar, negociar y acordar en conjunto es el deber del buen combatiente. Seamos buenos combatientes, en el día a día por el ideal.

Porque la lucha es de los jóvenes, y de los adultos, encauzarla.