LA ELECCIÓN DEL GOBERNANTE: UNA OPCIÓN CATÓLICA. PARTE II
2. Un sistema alternativo en la elección de gobernantes: la opción católica.
- Antecedentes necesarios.
Lo primero que debemos considerar es que la ansiada paz, armonía y concordia en la sociedad es imposible en una sociedad atea, laica. La Iglesia Católica sostiene que la verdadera paz, es la paz que nos da Cristo, sin el cual nada bueno es posible. Por lo tanto, se debe trabajar en la restauración de la sociedad conforme a las enseñanzas del Evangelio. Cristo debe ser el punto de partida y de llegada en toda la acción social. Es necesario reconocer su realeza, pues no sólo es el Hijo de Dios, sino que Él nos ha redimido mediante su pasión y muerte. Se ha ganado el reino. Por lo tanto, Cristo es Rey y debe gobernar sobre todas las naciones.
San Pío X en su Encíclica Fin della Prima Nostra (1903) utiliza el término democracia, pero no lo entiende como un sistema de gobierno ni de elección de gobernantes, sino más bien como un sinónimo de la acción social católica, en que se sintetiza el mandato evangélico del amor al prójimo. Aún más, en vista de la creciente ola de laicismo, prohíbe a los católicos participar en lo que él llama democracia social, refiriéndose a los movimientos políticos.
A este fin va encaminada principalmente la Acción Popular Cristiana o la Democracia Cristiana, con sus muchas y diversas obras. Esta Democracia Cristiana, empero, ha de entenderse en el sentido ya autorizadamente declarado, el cual, como totalmente ajeno del que se da a la Democracia Social, tiene por fundamento los principios de la fe y de la moral católica.
Además, la Democracia Cristiana no ha de entrometerse en la política, ni ha de servir a partidos y fines políticos; no es éste su campo, sino que ha de ser acción benéfica en favor del pueblo, fundada en el derecho natural y en los principios del Evangelio.
Los demócratas cristianos de Italia deberán abstenerse en absoluto de tomar parte en cualquier acción política, que en las presentes circunstancias, por razones de orden altísimo, está prohibida a todos los católicos.
S. S. Pío XI, en su Encíclica Ubi Arcano Dei Consili (1922) vuelve a denunciar el problema de la confusión reinante en la sociedad, la falta de armonía, originada en la descristianización de la sociedad. La solución es que las distintas instituciones sociales estén dispuestas a observar las enseñanzas de Cristo. Por eso eligió por lema para su pontificado: "La paz de Cristo en el Reino de Cristo"
Ya hemos visto y llegado a la conclusión de que la causa principal de la confusión, inquietud y peligros que son una característica tan prominente de la falsa paz es el debilitamiento de la fuerza vinculante de la ley y la falta de respeto a la autoridad, efectos que Esto lógicamente sigue a la negación de la verdad de que la autoridad proviene de Dios, el Creador y Legislador Universal.
De estas consideraciones se desprende que la verdadera paz, la paz de Cristo, es imposible a menos que estemos dispuestos y dispuestos a aceptar los principios fundamentales del cristianismo, a menos que estemos dispuestos a observar las enseñanzas y a obedecer la ley de Cristo, tanto en vida pública y privada.
Es, por tanto, un hecho incuestionable que la verdadera paz de Cristo sólo puede existir en el Reino de Cristo: "la paz de Cristo en el Reino de Cristo".
- La política y el bien común.
La política es el arte, doctrina o práctica referente al gobierno de los Estados, promoviendo la participación ciudadana al poseer la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para garantizar el bien común en la sociedad (Wikipedia). En la misma definición se encuentra ya su finalidad: garantizar el bien común. Frecuentemente se confunde la finalidad de la política con alcanzar el poder, pero nada mas lejos de su propósito original, que implica servir a los demás, promoviendo el anhelado bien común.
El bien común tiene necesariamente un componente ético, por lo que el concepto de política solo se puede entender en su dimensión moral. Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, citados por Bracamontes (2002), consideran el bien común no como la suma de los bienes individuales, sino el conjunto de aquellas condiciones de vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros a conseguir más plena y fácilmente su propia perfección. Tiene tres elementos esenciales: respeto a la dignidad de la persona, de donde emergen los derechos fundamentales que se constituyen en la expresión social de esta dignidad, el desarrollo social y la paz.
Pero la perspectiva católica sobre el bien común hace más explícita la idea de la perfección moral de las personas que componen la sociedad: es una perfección moral orientada a su salvación.
Así entendida, la política nos solo es algo deseable, sino un deber del católico, en cuanto que requiere contribuir, no sólo a su propio perfeccionamiento, sino también al de sus semejantes, fundado en la máxima evangélica de amar a Dios y al prójimo.
Cumpliendo cabalmente el deber cristiano de la participación social, se contribuye al mismo tiempo, a la promoción del Reinado Social de Cristo.
- Las instituciones sociales.
En la sociedad podemos encontrar distintos tipos de instituciones, que se tipifican según diversos criterios. Pero a nosotros nos interesa hacer solamente distinciones entre las instituciones naturales e instituciones artificiales, y las estructuras sociales y estructuras de gobierno.
Las instituciones naturales se refieren a los grupos que existen y se han desarrollado según las necesidades de la misma sociedad. No son inventadas, sino que se originan de manera natural, espontánea, por necesidad. Dentro de ellas encontramos a la familia, la parroquia, el municipio, el gremio, el sindicato, la escuela, etc. Por otra parte, tenemos las instituciones artificiales que se conforman, como su nombre lo dice, según los propósitos de quienes tienen un interés específico. No son naturales. Entre estas estructuras tenemos los tipos de adultos, las instituciones acreditadas para una función, el club de fans de un artista, y también los partidos políticos.
El establecimiento de las instituciones naturales ya sea de carácter básico, como la familia, o intermedio, como el gremio, se conforman siguiendo las pautas de desarrollo social. Son necesarias para exponer el modelo de elección de gobernantes según la visión católica.
Si la idea es mantener la concordia o unidad de la sociedad, necesitamos partir de las instituciones naturales, que no implican la fragmentación que implican los partidos políticos, que, como ya se mencionó, dividen a la sociedad. Si la elección del gobernante toma como punto de partida las instituciones naturales, entonces no hay fractura social, seguimos trabajando según la concordia y unidad social.
San Pío X (1905) insiste en la necesidad de mantener la unidad entre los católicos:
Todos, en verdad, estamos llamados a componer en la Iglesia de Dios aquel cuerpo único, cuya cabeza es Cristo; cuerpo apretadamente trabado, como enseña el Apóstol, y muy ensamblado en todas sus junturas comunicantes, y ello en virtud de la operación proporcionada de cada miembro, de donde precisamente el cuerpo mismo recibe su propio acrecentamiento, perfeccionándose poco a poco en el vínculo de la caridad.
…importa sobremanera que los católicos procedan con ejemplar concordia entre sí; la cual, por otra parte, no se logrará jamás, si no hay en todos unidad de propósitos
Por otra parte, tenemos que distinguir entre las estructuras sociales y las estructuras de gobierno. En las estructuras sociales todos podemos y debemos participar. Pero las estructuras de gobierno, en la práctica, están vetadas para la mayoría de los individuos que conforman la sociedad. Están reservadas para el círculo de personas que conforman el partido político o los grupos de interés relacionados.
Si bien todos debemos participar en las estructuras sociales, incluyendo a los católicos, no sucede así con las estructuras de gobierno; bien sea porque su membresía es limitada, porque probablemente estén vedadas para los católicos, pero también por la prohibición para participar en ellas, ejemplificada en el mandato de S. S. Pío XI, sobre la democracia social, ya mencionada arriba.
Entonces, un modelo de elección de gobernantes debe partir de dos principios: evitar la fragmentación social, utilizando para ello las instituciones naturales, y asumir el compromiso de todo católico en la participación social, orientado siempre por el bien común.
- El papel de la Iglesia.
La iglesia reconoce que la función política corresponde esencialmente a los laicos, y está de acuerdo en la división de poderes, siguiendo las indicaciones que N. S. Jesucristo: Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios (Mc. 12, 17), pero esto no significa que abandone a sus fieles al arbitrio de los movimientos sociales. Siempre está como impulsora de la participación social, y vigilante, para que los católicos eviten los errores que pueden incidir en su salud material y espiritual, o en detrimento de la misma Iglesia, creada para proveer los medios de salvación.
Van Gestel (1963, p. 358) citando a Pío XII clarifica esta cuestión: La iglesia no tiene la intención de participar en política, excepto cuando se relaciona con la religión y otros intereses más elevados: morales y espirituales.
- La elección del gobernante.
Lo primero es definir las características deseables de un gobernante católico. San Pío X, en su Encíclica Il fermo propósito, de 1905, que se refiere a la acción social cristiana, nos presenta una caracterización de quien está llamado a dirigir.
Los llamados a dirigir... han de ser católicos a toda prueba, convencidos de su fe, sólidamente instruidos en las cosas de religión, sinceramente obedientes a la Iglesia… de piedad genuina, de firmes virtudes, de costumbres puras, de vida tan intachable que a todos sirvan de eficaz ejemplo. Si así no está templado el ánimo, no sólo será difícil que promueva el bien los demás, sino que le será casi imposible proceder con rectitud de intención, y le faltarán fuerzas para sobrellevar con perseverancia los desalientos que lleva consigo todo apostolado… Sólo una virtud, paciente y firme en el bien, y al mismo tiempo dulce y delicada, es capaz de desviar o disminuir estas dificultades, de modo que la empresa a que se consagran las fuerzas católicas, no se ponga en peligro.
Cierto es que no podemos exigir que el gobernante sea santo y sabio, pero sí debemos pedirle y hasta cierto punto, exigirle, que sea honesto, justo, caritativo y congruente consigo mismo y con los demás.
¿Cómo elegir al gobernante? Para ello partiremos de la propuesta que, sobre este tema, hace el Dr. Antonio Caponnetto (2024).
El proceso se lleva a cabo en dos etapas. La primera es la elección del primus inter pares (el primero entre iguales) y la segunda es la elección del primus inter primos (El primero entre los primeros)
Para llevar a cabo la primera etapa, es necesario, como ya se advirtió, partir de las instituciones naturales. Esto nos evita la contienda y la fragmentación social, porque los grupos naturales comparten, hacia dentro del grupo, los mismos intereses. Se elige al mejor entre los pares, entre los iguales. En ese grupo, donde todos se conocen, fácilmente se puede llegar a una designación, sin necesidad de recurrir al sufragio. Se escoge al mejor entre los iguales, por una designación directa, respetando la decisión del designado, y utilizando algunas estrategias auxiliares, como la presentación de propuestas para mejorar la propia institución.
Desde luego que, como en toda acción social de un católico, se requiere honestidad y compromiso con la verdad. De otra forma se corrompe el proceso y podemos llegar a las mismas limitaciones y errores del sistema democrático.
Esta elección deberá hacerse en las instituciones naturales que representan a la sociedad, de manera que finalmente tendremos al primus inter pares, al mejor de cada gremio, sindicato, escuela, colonia, etc.
La segunda fase, consiste en elegir al primus inter primos, al primero entre los primeros. Para ello se reúnen las personas elegidas en la primera fase y se repite el proceso de elección de la primera fase. Se puede llevar a cabo un proceso de "familiarización" entre ellos, de manera que todos se conozcan, y luego resuelvan quien es el más indicado para gobernar su comunidad.
Si son muchos los representantes electos de las instituciones sociales naturales se pueden agrupar: primero por rasgos afines de sus instituciones de origen, de manera que se reduzcan las opciones elegibles para el gobierno, y luego, repetir el proceso de elección del primus inter primos, hasta llegar a la designación del gobernante.
Este sistema termina en la elección del gobernante. Pero no son los participantes los que le otorgan el poder o la autorización para gobernar. Si los procesos iniciales como intermedios se llevaron a cabo con responsabilidad y honestidad, el poder para gobernar es competencia de Dios, Él es el que confiere la autoridad y las gracias necesarias para gobernar.
Lo interesante de este método los podemos sintetizar en pocos puntos: no parte de la ruptura social, sino que asegura la concordia que garantiza el bien común; evita la contienda y las disputas que surgen del partidismo; se genera la confianza en la sociedad de que ha elegido al mejor; y finalmente, se puede esperar que el resultado de este proceso de elección se acerque más al perfeccionamiento de la sociedad y de sus miembros, es decir, al bien común. Finalmente, se respetan los derechos de Dios sobre la sociedad.
Es necesario aclarar, como lo ha dicho el Dr. Antonio Caponnetto, no es un sistema perfecto; como todo producto humano; cabe la posibilidad de errar en la elección. Pero las posibilidades de que esto suceda nunca serán las misma que tenemos con el sistema actual, en el que es difícil encontrar un dirigente político que anteponga el bien de la sociedad antes que los intereses propios o del partido.
Referencias:
Bracamontes, E. (2002) Política, Estado y Gobierno. Revista de ciencia y cultura. No. 10, La Paz, marzo de 2022. Scielo. https://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2077-33232002000100009
Caponnetto, A. 13 de enero de 2024. La concepción católica de la política. Ciclo de conferencias Restaurar la familia cristiana. Sapientia. https://www.sapientia.org.mx/dr-antonio-caponnetto/
Pío X. Encíclica Fin della Prima Nostra (Desde la primera vez) del 18 de diciembre de 1903. Santa Sede. https://www.vatican.va/content/pius-x/it/motu_proprio/documents/hf_p-x_motu-proprio_19031218_fin-dalla-prima.html
Pío X. Encíclica Il fermo porpósito, del 11 de junio de 1905. Santa Sede. https://www.vatican.va/content/pius-x/en/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_11061905_il-fermo-proposito.html
Pío XI. Encíclica Ubi Arcano Dei Consilio, del 26 de diciembre de 1922. Santa Sede. https://www.vatican.va/content/pius-xi/en/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19221223_ubi-arcano-dei-consilio.html
Van Gestel, C. (1963). La Doctrina Social de la Iglesia. Barcelona. Herder.