LA DECISIÓN DE SANDRA X

08.07.2020

        LA DECISIÓN DE SANDRA X

Marina Camacho

El corazón le palpitaba y su pulso se aceleraba, ya estaba cerca... En la mente tenía la imagen de Roberto, el novio que le prometió bajarle el cielo y sólo la embarazó, dejándola a su suerte, cuando le comunicó que iba a tener un bebé. Recordaba la cara de "¡¿WHAT?!", y ya no volvió a verlo más.

En su casa, sus papás ignoraban su estado y veían con esperanza su apego a los estudios -apenas de Secundaria-.

Su mejor amiga en la escuela era Andrea, una chica locuaz, alegre, espabilada, era, como es frecuente, su confidente. Ante el temor de platicarlo con sus padres, Andrea fue la receptora de sus cuitas. Después de un silencio, ella le dijo: "Sandra, esto no puede ser... tienes que deshacerte de ese "producto"; sólo va a complicarte la vida, no tienes edad para una responsabilidad así, tienes el derecho de utilizar la ley a tu favor y pedir en el sistema de salud de la ciudad de México, que te "hagan" el aborto y solucionado el asunto... Hoy hago la cita y te acompaño porque eres mi mejor amiga".

Sandra, al ver la ligereza y la forma tan sencilla con la que lo planteaba su amiga, hizo a un lado los principios y el repudio que sentía por la decisión de eliminar aquel obstáculo que ensombrecía su futuro.

Andrea hizo la cita y muy temprano, en lugar de ir a la escuela, se fueron a la clínica que les otorgaba ese "derecho". Sandra no había podido conciliar el sueño y se encontraba robotizada y por fin ya estaban cerca. La clínica era una de tantas que se encontraban por la ciudad, con su fachada blanca y una cruz verde pintada sobre la pared. Al entrar y explicar Andrea a la recepcionista el motivo de su presencia, tuvo Sandra que llenar el formulario donde, al final, daba su consentimiento y asumía la responsabilidad de su decisión, liberando al personal de la clínica de cualquier complicación durante y después del aborto.

La cabeza le daba vueltas al entrevistarse con la Psicóloga que la animaba a dar el paso, insistiendo en el derecho que le otorgaba la ley para deshacerse del "producto", que, insistían, sólo era un puño de células, sin relación con su persona.

Cuando estaba a punto de entrar al vestidor para ponerse la clásica bata verde, un sentimiento indescriptible oprimió su corazón, y sin ninguna justificación, salió corriendo, seguida de Andrea quien no comprendía el estado de ánimo de Sandra. Corrió como dos cuadras alejándose de la clínica. Mientras sus lágrimas quemaban sus mejillas, hizo un alto en su huida para tomar aire. En ese momento la alcanzó Andrea, jadeando y con cara de "Mi no entender", y le preguntó a su amiga que qué le pasaba. Sandra, aunque la tenía de frente, su mirada no la percibía y se perdía a lo lejos, más allá del viaducto, hacia las montañas que en ese momento se encontraban perdidas entre las nubes.

Sin decir nada, se puso en marcha con un paso fuerte y decido, mientras que Andrea la seguía con la mirada tratando de darle alcance.

Después de caminar en silencio por unos diez minutos, Sandra vio un pequeño parquecito donde tomó asiento en una banca para enjugarse las lágrimas. En su momento, Andrea la cuestionó: "Y ahora ¿qué te pasa a ti? Habíamos quedado y habías tomado la decisión de ir a la clínica, por eso estoy aquí jadeando y sin entender qué te pasa".

Sandra volvió la cara hacia su amiga y con la mirada húmeda, pero sin tristeza le confesó: "Toda la noche había tenido en la cabeza una pelea de perros y gatos, al punto de tener unas fuertes punzadas que no me dejaban ni pensar, pero en el momento que estaba en el vestidor... algo iluminó mi alma o mi conciencia, y logré entender una caricia sin palabras que oprimió mi corazón... Y entendí que era un mensaje de aquel ser que llevo en las entrañas y a pesar de su pequeñez, logró conectarse conmigo. Y lo que entendí en esta vocecita sin palabras fue: "Mamá, aunque me llevas dentro... no me conoces... dame una oportunidad para decirte que desde antes de nacer ya te quiero... dame la oportunidad...". Esto es lo que me hizo saber a mí... ¡su mamá!, que dulce y terrible, al comprender lo que iba a hacer. El tono de su vocecita arrebató mi alma, y el corazón estuvo a punto de saltar de mi pecho... Eso, Andrea, detuvo el cuchillo para el sacrificio, y también comprendí que todos los niños no queridos son sacrificados como en un altar a los demonios... ¡fue horroroso, terrible! y entendí lo que nunca llegué a pensar... en lo maligno de deshacerse de los hijos, no importa si el gobierno lo aprueba y los médicos lo recomiendan. ¿Quiénes son ellos... para intervenir en tu intimidad maternal?

... Todo esto Andrea, lo comprendí en un momento antes de ponerme la bata, fue tan rápido y, sin embargo, me pareció una eternidad. Por eso salí corriendo para alejarme de ahí. Sentía que el lugar era peligroso y venenoso". Andrea se quedó sin palabras, tratando de entender y pasó su brazo por el hombro de Sandra. No hizo comentario alguno; comprendió el sentir de su amiga y sobraron las palabras.