LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO (III): VALENTÍA

01.02.2023

Desde que Cristo, verdadero Dios y Hombre, derribó del caballo a San Pablo para producir su conversón de manera milagrosa, e inmediatamente después de su Bautismo, sin duda el Espíritu Santo sobrenaturalizó algunas de sus cualidades naturales; además de la sinceridad y docilidad de las que ya hemos hablado, le aumentó y encauzó su arrojo, su valentía.

San Pablo, como fariseo que era, ya había demostrado ser determinado y audaz al perseguir a cristianos, pero una vez convertido, va a girar la brújula 180°... Se transformó en el Apóstol con más extensos viajes realizados y, por lo mismo, con más peligros afrontados (trabajos, fatigas, vigilias, hambre, sed, ayunos, desnudez, prisiones, heridas, azotes, apedreos, naufragios, salteadores), tal como lo narra en II Cor. XI, 23-33.

Para predicar la Buena Nueva a los paganos, que entonces constituían la mayor parte de la humanidad, se requería de un hombre de temperamento fuerte, de gran convicción, diligente, arriesgado, valiente; en suma, de un hombre en todo el sentido de la palabra.

Esta fortaleza física y moral, inspirada en la profunda fe y amor a Cristo, cual sólo el Espíritu Santo sabe infundir, fue la que permitió a San Pablo la ingente misión de evangelizar los vastos territorios de la Roma Imperial, desde el Asia Menor hasta la Península Ibérica.

Pero esta heroica actitud de San Pablo, afrontando mil peligros, no la desplegaba sólo con los músculos. Su grandeza la labró primero en el alma, ilustrando primero su entendimiento, luego adhiriendo su voluntad firmemente a la Verdad conocida, al grado de amar entrañablemente a Cristo, y suavizando el rigor de su personalidad con los sentimientos los más delicados sentimientos de caridad y misericordia, cual los del Divino Maestro. Sus Cartas, son una cátedra de sabiduría y bondad cristianas.

¡Qué valor el de San Pablo para predicar a Cristo entre hombres desconocidos, ignorantes, rudos y politeístas!

¡Qué valor de San Pablo para predicar a Cristo entre distinguidos filósofos helenistas!

Pero, sobre todo, ¡qué valor el de San Pablo para predicar a Cristo entre aquéllos que fueron sus parientes, amigos, maestros, discípulos y autoridades, y que terminaron siendo sus carceleros, sus contrincantes, sus perseguidores y casi sus asesinos!