LA COMUNIÓN, ¿DE PIE Y EN LA MANO, O DE RODILLAS Y EN LA BOCA?

Es necesaria una tercera disyuntuva: ¿administrada por un Sacerdote o por un Ministro de la Eucaristía? Un ministro de la Eucaristía es un hombre o mujer que auxilia al sacerdote en la administración de la Sagrada Comunión, dentro o fuera del templo. Este práctica -y el nombramiento- apareció apenas hace unas décadas, en el contexto del Novus Ordo. Anteriormente se le llamaba Ministro Extraordinario.
Podemos contestar directamente estas tres disyuntivas: la Sagrada Comunión debe ser de rodillas, en la boca y administrada por un Sacerdote.
Enseguida explicaremos el porqué:
Sobre el origen de la Comunión de pie y en las manos.
La costumbre de administrarla de pie es una tradición de origen protestante. Su intención fue que los conversos católicos al protestantismo recibieran la comunión de manera simbólica, como una medida para no hacer demasiado obvias sus intenciones de suprimir el verdadero sentido de la Eucaristía, para que así los "conversos" (deberíamos decir apóstatas) no sintieran un cambio muy brusco al hacerse protestantes.
Pero hay una razón de fondo: Los protestantes no creen en la Presencia Real de Jesucristo en la Eucarsitía. Ellos no aceptan que en la Hostia Consagrada debidamente están el Cuerpo y la Sangre de Cristo, juntamente con su Divinidad. Para ellos la hostia, y la comunion, son meramente simbólicas; es decir, es una celebración en la que se recuerda la Última Cena. Es una conmemoración, un recuerdo, algo simbólico. Así como la Cruz nos recuerda a Cristo, así el pan y el vino también son un recuerdo, algo simbólico, pero no son Cristo.
Para los católicos, la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía es algo verdadero, es un dogma de fe, al grado de que si alguno lo niega intencional y conscientemente, por ese hecho, queda fuera de la Iglesia. Se convierte en un hereje.
Cuando hablamos los católicos de Comunión lo decimos en dos sentidos: como un Sacramento, el más grande de todos ellos, en el que se recibe a Cristo y nos comunicamos directa e íntimamente con Él. Pero también lo decimos con una segunda interpretación: Cristo es la Cabeza de la Iglesia y los católicos formamos parte del cuerpo místico de Cristo. Estar en comunión con Cristo, es también pertenecer a su cuerpo mistico, y la hacemos de diversas maneras, pero principalmente mediante los sacramentos y la fe. Y creer en Cristo es aceptar los dogmas de la religion católica, de tal forma que si alguien niega un dogma de fe conscientemente, queda fuera de la Iglesia; es decir, no está en comunión con la Iglesia.
¿Recibirlo de pie o de rodillas?
Si Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, Nuestro Redentor y Nuestro Rey, está presente en la Eucaristía, ¿como deberíamos de recibirlo? ¿haciendo fila como si fuéramos a comprar un helado, o de rodillas, rindiéndole homenaje y adoración, nada menos que por ser Nuestro Rey y Señor?
Si sólo fuera un símbolo, un recordatorio (pero Cristo no estuviera presente), no habría problema en recibirlo de pie. Total, es solo un pan, en el mejor de los casos, bendito, pero tan solo un pan. Pero si está realmente presente allí, ante nuestros ojos, no tenenos otra opción que caer de rodillas para rendirle adoración, porque Dios mismo se digna a venir a nosotros, y no solamente haciéndose presente, sino entrando en nuestros corazones. ¿Hay alguna actitud de mayor adoración que recibirlo de rodillas, reconociendo su grandeza y nuestra pequeñez, y su infinito amor por el que quiere estar con nosotros?
¿Recibirlo en la mano o en la boca?
Los católicos aprendemos que Nuestro Señor Jesucristo está presente en la Hostia Consagrada, en toda o en cada una de sus partes. Con frecuencia observamos que el sacerdote parte la hostia en trozos mas pequeños, cuando los comulgantes son más que el número de hostias consagradas. Esto no significa que en la comunión recibamos solo una parte de Cristo. No. Cristo está presente entero en cada una de las partes.
Se ha realizado varias veces un experimento -con hostias no consagradas- en las que se reparten a distintas personas en las manos. Pero éstas personas llevan guantes negros y lisos, de manera que se pueda observar si quedan algunas partículas en la mano. Casi invariablemente quedan residuos en los guantes, algunos pequeñísimos, otros mayores, especialmente cuando se toma la hostia para llevarla a la boca. Se pueden observar a simple vista, si bien son pequeños.
Vayamos a la realidad. Si sabemos que Cristo está entero en la Hostia Consagrada, completo en cada una de las partes, por más pequeña que sea, ¿qué pasa si recibimos la Hostia en la mano? ¿A dónde van a parar las partículas? Seguramente al suelo, o a nuestra ropa. Lo más probable es que sean pasadas por la escoba y el recogedor, sin contar los innumerables descuidos que pueden depositar esa Partícula el sitios poco dignos para un Rey, un Dios.
Si se tratara solo de un símbolo, de algo que nos recuerda a Cristo, no es tan malo el que termine en la basura o en el lavabo donde enjuagamos las manos. Pero si es Cristo mismo, entonces estamos cometiendo un gran sacrilegio, pues corremos el riesgo de depositarlo en distintas formas de inmundicia…
Por eso el Sacerdote require depositar la Hostia Consagrada en la boca del comulgante, sin que nadie la toque. Y lo hace con mucho cuidado, además de que se auxilia con una patena, que cuida que algunos pequeños trozos no caigan al suelo. Luego el Sacerdote limpia esa patena, cuando purifica los vasos sagrados.
¿De manos de un Sacerdote o de un ministro extraordinario?
Sin duda, del sacerdote. Es el único que tiene las manos consagradas, y el único autorizado para manipular la Forma Consagrada. En situaciones de extrema gravedad, -de verdad extrema- una persona designada por el obispo o el sacerdote puede llevar y administrar la Comunión. Un caso muy conocido es el de san Tarcisio, aquel pequeño niño que llevaba las hostias a los cristianos que serían sacrificados, entregándolos a las fieras en el Circo Romano, y que murió defendiendo este Augusto Sacramento. Los apóstoles no podían llevar la Comunión, pues seguramente los matarían, y los fieles se quedarían sin Sacerdotes.
Por eso se le llama Ministro Extraordinario, y no ordinario. Lo cotidiano, ordinario, debe de administrarlo el Sacerdote. Sólo es casos de verdadera excepción puede la Hostia Consagrada ser llevada por una persona diferente del Sacerdote.
No es correcto que una persona no consagrada maneje las Formas Consagradas. En primer lugar, porque sus manos no están ungidas con el óleo sagrado que el Obispo administra en el Sacramento del Orden; en segundo lugar, por los riesgos mencionados en el punto anterior, de que las partículas caigan en el suelo o en peores lugares; y en tercer lugar porque un hombre o una mujer no consagrada, no tiene ni las condiciones ni las disposiciones necesarias para administrarla.
Ahora sí contestamos ya a las tres preguntas.
No seamos cómplices de que esta costumbre protestante penetre en nuestros templos. Se trata de Cristo, de Dios, que merece todo el respeto y adoración de parte nuestra y de todo el mundo.