El Rosario, solución a los problemas internacionales

Actualmente el panorama internacional se muestra tan dramático y complejo que no queda otra solución que la que la Virgen nos indicó en Fátima en 1917: el Santo Rosario.
La devoción al Rosario suele considerarse como oración puramente individual o como mucho en familia, pero también tiene su proyección pública. La costumbre de rezarlo no sólo ayuda a cualquier persona a resolver los problemas y dificultades que afronta en la vida, ya sean materiales o espirituales; tiene un alcance social que se extiende a la vida de los pueblos y las naciones.
Por eso, recordaba León XIII que « » (carta Da molte parti del 26 de mayo de 1903). A lo largo de los siglos y en todas las luchas, el Rosario ha constituido el arma por excelencia para proteger a la Iglesia y la sociedad cristiana.
Pasar revista al efecto que ha tenido el Rosario en la historia de la civilización cristiana se haría interminable. Habría que partir desde su aparición en el siglo XIII por iniciativa de Santo Domingo de Guzmán y sus hermanos dominicos en su victoriosa predicación contra la herejía albigense. Habría que hablar del papel que cumplió en la evangelización y civilización de América y parte de Asia y África. Y sobre todo, no se debe olvidar que la festividad del Santo Rosario la instituyó San Pío V para celebrar a María bajo la advocación de Auxilium christianorum en conmemoración de la victoria de las fuerzas cristianas sobre las mahometanas en la jornada de Lepanto el 7 de octubre de 1571.
El nombre de Lepanto es símbolo y prefiguración de todas las futuras victorias de la Iglesia, como acertadamente señaló San Juan Bosco, pues en él confluyen perfectamente la intervención sobrenatural de la Gracia, por medio del Santo Rosario, y la cooperación de los hombres a la Gracia al luchar y verter su sangre en el combate.
Antes ya de Lepanto se había obtenido otro triunfo en nombre del Rosario y gracias a él: la de Belgrado el 22 de julio de 1456, también contra los ejércitos otomanos que habían invadido Europa Oriental y llegado hasta Hungría. En recuerdo de dicha victoria, el papa Calisto III instituyó la festividad de la Transfiguración de Cristo, símbolo de la Europa transfigurada de gozo.
Y en tiempos más recientes, la importancia, y se podría decir la necesidad, de recurrir al Santo Rosario la recomendó la Virgen en Fátima.
En la primera aparición a los tres pastorcitos en Cova de Iría, la Virgen tenía un rosario en la mano, y en respuesta a una pregunta de la pequeña Lucía confirma que su primito Francisco irá al Cielo, pero eso sí: después de rezar muchos rosarios. Al final de la aparición pide expresamente a los tres que recen el Rosario todos los días por la paz del mundo y para que acabe la guerra. En la segunda y tercera apariciones la Virgen también les pidió que rezaran todos los días el Rosario en honor de Ella, igualmente por la paz del mundo y para que acabe la guerra.
En la tercera aparición les enseñó además la siguiente oración: «Jesús, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del Infierno y lleva al Cielo todas las almas, sobre todo las más necesitadas de tu misericordia», la cual les indicó que debían rezar después de cada misterio.
La cuarta, quinta y sexta apariciones se iniciaron igualmente con la petición del rezo diario del Rosario. El 13 de octubre de 1917, fecha de la última aparición, la Virgen les reveló: «Soy la Virgen del Rosario. Quiero que en este lugar se construya una capilla en mi honor. Seguid rezando el Rosario todos los días. La guerra está a punto de acabar y los soldados volverán pronto a casa». Y bajo el aspecto de esta última advocación se apareció gloriosa en el cielo junto a San José y el Niño Jesús.
El 10 de diciembre de 1925 la Virgen se apareció nuevamente a Lucía en su celda de la casa de las doroteas de la localidad española de Pontevedra, y le explicó que el rezo y la meditación del Rosario tenían que asociarse a la práctica de recibir la comunión reparadora los primeros sábados de cada mes. Poniéndole la mano en el hombro, le mostró un corazón rodeado de espinas que tenía en la otra mano, y añadió: «Contempla, hija mía, mi corazón circundado de las espinas que los hombres desagradecidos me clavan constantemente con blasfemias e ingratitudes. Procura tú al menos consolarme, y sabe que a todos los que durante cinco meses, el primer sábado de cada mes, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me acompañen durante quince minutos meditando los quince misterios con la intención de aliviar mi pena, les prometo mi asistencia a la hora de la muerte dándoles todas las gracias necesarias para su salvación».
El rezo del Rosario se incluye en la observación de los cinco primeros sábados de mes, y precisamente este año se cumple el centenario. Nos pide el ejercicio de esta práctica como una de las condiciones para que el mundo se libre de la catástrofe que lo aguarda por sus pecados.
En una entrevista concedida el 26 de diciembre de 1957 al padre Agostino Fuentes sor Lucía advirtió: «El castigo del Cielo es inminente […] Dios ha decidido darle al mundo los últimos dos remedios contra el mal: el Rosario y la devoción al Corazón Inmaculado de María. No habrá otros […] No hay problema, por difícil que sea, tanto material como sobre todo espiritual, en la vida privada de cada uno o en la de los pueblos y naciones, que no se pueda resolver rezando el Santo Rosario».
Esto significa que sólo el Rosario puede remediar problemas internaciones que de otro modo serían insolubles. Los conflictos actuales del Cercano Oriente y de Ucrania son nudos que difícilmente se podrían desatar sin una intervención sobrenatural. Y viceversa: con el instrumento sobrenatural del Rosario, todo es posible. Las protestas por las consecuencias de la guerra no obtienen la paz, y en muchos casos se corre el riesgo de que la alejen a causa del odio social que rebosan. El rezo perseverante y confiado del Rosario es el único camino a la paz verdadera, que es la de Cristo. El mes mariano de octubre nos lo recuerda.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)
porRoberto de Mattei08/10/2025
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