EL DILEMA DE LOS CÓNYUGES

En la actualidad, una mujer no concibe su vida sin un trabajo; la mayoría estudia y están casadas; y el matrimonio se ha convertido en un convenio económico. En teoría, se han comprometido a sumar ingresos, y de esta bolsa, sufragar los gastos del hogar: la hipoteca, la mensualidad de dos autos, la guardería, el mandado, los pequeños gastos personales, la discoteca, el casino, la ropa, el bolso de diseñador y las frecuentes visitas a restaurantes de "autor", son un gasto extra que no han sido contemplados.
¿Y por qué trabaja la mujer?... Resulta que ellas han visto que con su propio sueldo no satisfacen sus gastos, sus caprichos y otras "necesidades" sociales.
En los programas de desarrollo social de hace más de sesenta años, frenaron el ingreso del hombre para incorporar a las mujeres al trabajo remunerado. En paralelo, empezaron a crear necesidades y establecer una "clase media" con la suma de los esfuerzos de los cónyuges. De esta forma surgieron como una necesidad los refrigeradores, las televisiones, y todo tipo de equipos domésticos que pasaron a ser imprescindibles; surgieron también los "tiempos compartidos" y las necesidades de vacaciones en sitios de "calidad". La oferta educativa creció contemplando la incorporación de las mujeres en el ámbito laboral profesional. Esto trajo como consecuencia el conflicto doméstico de "lo mío es mío y lo tuyo es tuyo", y se rompió la sana y natural dependencia tradicional de las mujeres como madres en su hogar; los hijos fueron siendo educados en guarderías y escuelas de horario extendido.
Todo esto fue concebido como un plan bien elaborado para "emancipar" a la mujer de su rol tradicional. Así nació poco a poco el feminismo que, en la actualidad, ya es radical. El hombre perdió autoridad en la familia y surgió el divorcio como solución a los que no compartían esta condición. Muchas mujeres vieron la oportunidad de ser independientes al estilo gringo y la libertad con sus consecuencias fueron la nueva realidad nacional.
Por otro lado, fueron creando mitos para desmontar el edificio moral de la familia, dejando la Ley de Dios como una excentricidad en las sociedades. En la actualidad, la mujer cohabita con el hombre para ver, dicen, "si somos compatibles", y la unión libre o amancebamiento, ha sido casi una constante. Estos emparejamientos experimentales, pocas veces llegan al verdadero matrimonio.
Los hijos nacidos bajo estas circunstancias son los que sufren, ya que las familias divididas, sin el padre o la madre, crecen con una deficiencia de afecto. Hoy se les llama familias "monoparentales" y la madre se la tiene que rifar para sobrellevar la carga de manutención y educación de los hijos.
Ahora, al verse el hombre despojado de la responsabilidad, se ha dormido en sus laureles. Y los matrimonios que sobreviven bajo estas circunstancias se ponen una vara muy alta para encajar en una sociedad consumista y manipulable, y con aspiraciones desmedidas, crean una tensión permanente en la familia.
La mujer y el hombre han estandarizado sus ingresos al grado de ser la convivencia, una competencia malsana. El sistema educativo ha bajado sus niveles y la investigación y la creatividad profesional ha caído por los suelos.
En la actualidad, hay muchos profesionistas, varones y mujeres, cualificados para una tarea en específico y han eliminado el conocimiento universal; sólo son un tornillo y una tuerca más en la maquinaria nacional.
Todo este panorama ha obligado a las familias a reducir sus miembros para llegar a contemplar un solo hijo, reduciendo la natalidad y poner en riesgo el equilibrio poblacional. "La familia pequeña vive mejor" … Éste es un eslogan de los años sesenta y setenta del siglo pasado y hay que preguntarse… ¿Se vive mejor?