EL CULTO A LA DEMOCRACIA
¿Por qué ponemos todas nuestras esperanzas de cambio en la democracia? ¿por qué creemos que un voto -y no el conjunto de acciones individuales buenas que hagamos- es lo que va a cambiar lo que está mal en la sociedad? ¿vivimos inmersos en un culto a la democracia que se refrenda cada 3 o 6 años?
¿Se puede confiar plenamente en algo que, desde su origen, nació contaminado? ¿por qué nos empeñamos en defender un sistema que no ha demostrado ser una forma de gobierno justa? Somos entonces ¿esclavos de un sistema?
Si tuviéramos que otorgar un calificativo o dar una definición de la democracia como forma de gobierno, podríamos llamarla "el sistema de la ilusión". Y es que pareciera que la esperanza, la ilusión de una "mejor sociedad" y las eternas promesas de justicia e igualdad son los activos más valiosos que tiene para ofrecernos… pero en realidad ¿es capaz de otorgarlos? ¿se puede confiar en la democracia? o ¿solo ha jugado con la ilusión?
¿Por qué será, que después de tantos años bajo el sistema democrático, todavía no hay un caso de éxito donde se haya alcanzado la justicia social, las legítimas igualdades y el bien común? La historia, incluso desde la Antigua Grecia, nos demuestra que la democracia tiene muchas falencias. Es decir, muchos engaños y errores.
Hay una expresión que dice nadie puede otorgar lo que no posee… aplica también para el "sistema de la ilusión".
Los filósofos griegos, Aristóteles y Platón, no aceptaban la democracia como forma de gobierno legítimo porque advertían que tenía una descomposición en su propia naturaleza, sabían que algo que nació como producto de la corrupción de la república, no podía dar frutos buenos, porque al final, donde había democracia, tarde o temprano se presentaba la corrupción.
Tal como lo sentencia el Dr. Antonio Caponnetto, la democracia surgió como una rebelión, no hubo una democracia buena que después fue torcida como muchas veces se ha tratado de justificar a lo largo de la historia. Eso la descarta automáticamente como sistema legítimo de gobierno.
Decían Platón y Aristóteles que la democracia representaba la tiranía del número. Y muchos siglos después, podemos concluir que tenían toda la razón. Para ello, pondremos un ejemplo: en las elecciones presidenciales del 2018 en México, la lista nominal del Instituto Nacional Electoral (INE) era de 89 millones 123 mil personas que podían votar. De ese total, solo el 63.4% participó en la "fiesta democrática", es decir, 56 millones 611 ciudadanos emitieron su voto. A la hora de los resultados, el "sistema de la ilusión" sentenció que el candidato ganador había ganado por "mayoría" con el 53.1% de los votos. El gran juego de la ilusión. A simple vista, pareciera que fue así, y que más de la mitad de los mexicanos eligieron al vencedor, sin embargo, el ganador solo obtuvo 30 millones de votos, apenas un tercio de la lista nominal…
En un país de 128 millones (año 2018), ¡el presidente fue electo con 30 millones de votos!
¿Qué pasaría si solo 100 personas salieran a votar? Ese sería el 100% que daría "legitimidad" a la elección.
"La base del sufragio universal es la rebelión de la cantidad sobre la calidad, es la idolatría del número, de la estadística". Antonio Caponnetto.
Así funciona la tiranía de los números con el juego engañoso de los porcentajes y estadísticas dentro del "sistema de ilusión" de la democracia.
Una Política enferma
Según algunos autores, existen Tres Fases de la Política (Breide,2022): política normal o "Agonal", política enferma o "Juego" y política remedio o "Metafísica". En la primera, la Fe se centra en Dios (fuente de justicia) y la religión señala la jerarquía de valores a la sociedad. Pero en la política "Juego", la fe se vuelca hacia la política misma y en los mitos políticos. Como toma el lugar de Dios y la religión, la política se transforma en idolatría del poder y lo único que va a ser relevante, es la lucha por el poder.
Si en pleno 2024 estuviéramos en la fase de la política enferma, podríamos afirmar entonces que la democracia se ha divinizado a sí misma, no podemos cuestionarla y nos pide cada 3 o 6 años que le rindamos culto irrestricto en las urnas, en donde lleva a cabo una simulación para auto validarse y hacernos creer que tenemos poder de decisión con nuestro voto, pero que, en la realidad, nos oculta que las cúpulas, en ese afán de saciar su hambre de poder, pactan sin escrúpulo alguno cómo se repartirá el pastel y deciden si es el turno de la "democracia de "izquierda" o "democracia de "derecha". La moral no tiene cabida; la conveniencia sí. Basta revisar las listas de diputados y senadores plurinominales. Ellos son los verdaderos jugadores de la democracia, mientras que los ciudadanos somos meros espectadores que hemos sido reducidos a simples votos.
Con candidatos cada vez más impresentables, alianzas impensables entre izquierda y derecha, las campañas políticas se han vuelto un espacio vacío donde las propuestas brillan por su ausencia, pero las descalificaciones, el clientelismo y la demagogia imperan. Para ganar, se debe estar dispuesto a todo; es preciso denostar, ofender y atacar a los demás candidatos. El objetivo es permanecer en el poder o conseguir aún más. ¿Con este nivel de polarización es acaso posible pensar o imaginar que el ganador vaya a velar por alcanzar el bien común? ¡Ah! ese término ni se menciona o solo muy poco, porque no es relevante, lo que importa, es jugar con la ilusión y prometer un cambio que, luego de 3 o 6 años, volverán a prometer con tal de seguir en el poder.
Dentro del culto a la democracia, se encuentra un componente clave para la subsistencia del "sistema de la ilusión": la partidocracia. Esta estructura exige pertenecer a un partido político o fundar uno, para poder participar en política.
Los partidos políticos, por definición, parten, dividen y disocian; conspiran contra la causa formal del orden social que es la concordia política… los partidos políticos se nutren de la discordia… (Caponnetto, 2024)
Entonces ¿qué pasa cuando la democracia es el fin? La democracia no persigue el bien de la sociedad y menos del individuo, es un sistema egoísta que busca el poder por el poder. Desde un inicio, se ha autoproclamado como el modelo único de gobierno posible. Pensar en alguna otra opción que no sea ella, se considera una especie de acto herético dentro del culto a la democracia (sirva la Revolución Francesa de ejemplo).
La democracia y la Iglesia
A lo largo de la historia, pontífices como Pío IX, San Pío X y León XIII, condenaron y señalaron los errores de la democracia.
Por ejemplo, San Pío X decía que la democracia no es una forma de gobierno, es una forma de Estado; no está ligada a la estructura del poder sino a su ejercicio…
Por su parte, Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, también habló sobre la democracia en su obra Del gobierno de los príncipes (De regimine principum) en el siglo XIII. En dicho tratado -como lo subraya Antonio Caponetto- el filósofo dominico sentencia que la democracia destruye la noción del bien común, así como el interior de las conciencias rectas y el interior de las comunidades. Pero no se queda ahí nada más, también denuncia que conspira contra la jerarquía de los bienes, de las personas y contra las legitimas nociones de libertades e igualdades, instaurando el despotismo de la plebe; pervierte las nociones de participación, de representatividad y de justicia, entronizando la tiranía de la multitud.
Por lo tanto, después de los argumentos de Sto. Tomás y del Dr. Caponnetto, podemos concluir que no hay forma de salvar a la democracia a la luz del sentido común.
Entonces, si el camino es no participar en la democracia, surgen muchas interrogantes ¿qué hacer? ¿cuál es la opción? ¿hacia a dónde ir?
Lo primero, es entender que debemos participar en política. Porque la política no solo se reduce al culto a la democracia. La Iglesia ha enseñado el camino en su Doctrina Social.
En medio de las primeras agitaciones sociales provocadas por el socialismo, el Papa San Pío X escribió la encíclica El firme propósito en 1905, donde propuso una tercia de acciones sociales y políticas. Pero, además, las puso en marcha para demostrar su viabilidad y eficacia:
Creación de una Unión Popular. No era un partido político. Se trataba de una escuela de formación, de adoctrinamiento católico y de militancia apostólica en pro del bien común. El proyecto estaba a cargo de un noble virtuoso nombrado por el Papa.
Creación de Unión Económica Social. Era una asociación sin fines políticos. Su objetivo era poner en práctica la caridad y ayudar a los miembros más necesitados de la sociedad. Fue una respuesta ante la doctrina socialista.
Toda actividad social es subsidiaria y debe servir de sostén a los miembros del cuerpo social y no destruirlos y absorberlos (Pío XII)
Creación de una Unión Electoral. En primer lugar, suprimía la existencia de partidos políticos para fomentar la vigencia y utilidad de los cuerpos intermedios, que son los diversos grupos sociales en los que se forma y completa la personalidad, y que están situados entre el Estado y la familia o el individuo. (Breide,2022) Por ejemplo, los gremios, asociaciones, escuelas, etc.
La característica principal de las tres es que estaban organizadas con base en sistemas de autoridad y no de poder. Y lo que se puede recalcar, es que todas funcionaron al menos durante el pontificado de su creador. ¿qué habrá pasado? ¿por qué no se continuó el proyecto? ¿será posible su aplicación en el mundo moderno?
Es una propuesta de plan a largo plazo que surgió hace más de 100 años. Sabemos que es una gran empresa, pero mientras se llega a consolidar, podemos ir poniendo nuestro granito de arena y participar en los grupos de nuestra colonia, de la parroquia y/o educar a nuestros hijos con valores cristianos sólidos, porque el día de mañana, serán quienes formen parte de la sociedad, trabajen para buscar el bien común y ayuden a los demás con sus obras de misericordia. Son algunas humildes propuestas, pero la lista es muy grande. Usted lector, seguramente tiene mejores.
Por lo pronto, podemos responder la pregunta: ¿hay vida después de la democracia…?
Fuentes de consulta y referencias:
Breide Obeid Rafael, Política y Sentido de la Historia. Política Metafísica. Vol. 2, Letrada, 6ta. Edición, 2022, 376 pág.
Conferencia Concepción católica de la política - Dr. Antonio Caponnetto.
Link: https://youtu.be/iVksfmnAQDw?si=jhKh_hVsX7YuWzJB
Conferencia La Perversión Democrática. Parte 1 – Dr. Antonio Caponnetto.