El BOSQUE DEL AMOR

08.07.2020

El BOSQUE DEL AMOR

Por Cristóbal Ortega

Había un gran bosque a donde los carpinteros de la región acudían a buscar los mejores ejemplares de árboles, los más altos, más rectos, de grueso tronco para talarlos y sacar de ellos lo más posible de madera y, claro está, de la mejor calidad, según el trabajo pendiente por hacer. También había otra categoría de árboles muy útiles para trabajos pequeños y de menor importancia. En este bosque del que hablamos, aseguran unos carpinteros que andaban en busca de buenos ejemplares de árboles, haber escuchado una conversación, que les aseguro, seré lo más fiel posible en transcribirla. Es necesario aclarar que esto sucedió hace muchos, pero muchos años, y que ustedes podrán calcular la fecha más o menos acertadamente, si leen con atención lo que aquí se describe.

Andaban pues los carpinteros en su búsqueda cuando escucharon una voz ronca y pausada, quizá demasiado pausada y decía: - "Yo, por ser alto y recto, soy un ejemplar perfecto y estoy seguro que, en un futuro, seré un barco, navegaré por muchos mares, recorreré el mundo, transportaré hombres y mercancías, ayudaré a mis dueños a lograr más y más riquezas". Todos los demás árboles, moviendo su parte superior como si fuera su cabeza, asintieron lo que contaba el árbol perfecto. Otros ejemplares de las mismas características alternaban diciendo:

- Nuestro futuro seguro que será igual o mejor que el tuyo.

- Mejor que el mío, no lo creo.

- Pues nosotros bien podemos ser en un futuro -dijeron otros árboles de la misma categoría- muebles elegantes que estarán en un palacio, transformados en bellos muebles, sirviendo a reyes y príncipes.

- No, por supuesto que no; el mejor futuro es ser parte de un barco y poder viajar, conocer, llevar y traer mercancías, y quizá llevar y traer grandes guerreros.

- ¿Sabías que, en los mares, en ocasiones, hay grandes tormentas que hunden a las naves, que los que llevan tropas muchas veces no regresan a su puerto? No hay mejor tranquilidad que la de un palacio.

- Eso piensan ustedes -dijo el árbol que quería conocer el mundo, viajar y ser bueno para servir y para lograr sus objetivos. ¿Quién quiere tranquilidad?

- Lo importante es servir y hacerlo con convicción, sin importar de qué y en dónde -dijo un tercero, que por cierto competía con cualquiera en perfección-.

Otros los escuchaban y no participaban de la conversación pues no eran de la categoría de "primera" pues, por diferentes razones, no tenían las mismas características, unos porque el terreno era muy duro y les era imposible lograr que sus raíces profundizaran lo suficiente y les abasteciera de humedad suficiente; otros por estar cerca de un barranco, etc. etc., en fin, cada uno con su motivo muy particular. Eso sí, todos ellos tenían el mismo deseo de servir así fuera para las cosas más humildes y sencillas, por lo menos, eso era lo que ellos pensaban.

Los carpinteros sorprendidos, como lo estarán ustedes, por haber escuchado tal conversación, procedieron sin más a talar los ejemplares que escucharon y efectivamente construyeron con su madera naves y muebles, dando cumplimiento a sus ambiciones.

Por la fama que tenía el bosque de tener buenos árboles para madera acudió un carpintero que tenía el encargo de hacer un pesebre para un pastor de la región. Para ello escogió un árbol que no era muy alto ni muy recto pero su madera era de primera, además el comedero o pesebre no debía de ser muy grande pues de ahí se alimentaría tan solo un buey, un burro y varios borregos. Por cierto, la granjita estaba ubicado a las afueras de la pequeña ciudad de Belén.

Un viajero, buscando un buen lugar para descansar y para que su asno pastara, hizo un alto en el bosque, buscó una buena sombra, descargó su asno y con mucha calma se sentó y bebió una buena cantidad de agua; comió y se quedó quieto, inmerso en el silencio total y absoluto. El canto lejano y esporádico de unas aves acentuaban el silencio; su pensamiento estaba en absorto en su Esposa y en su Pequeño a quién quería como a un hijo. Escuchó silbar el aire en las ramas de los árboles y su ojo experto de carpintero vio en un árbol la buena calidad de su madera y de inmediato pensó en la alegría de su Pequeño. ¡Cuánto se divertiría con los juguetes que le fabricaría! Para ello eligió unas ramas del árbol frondoso en donde había descansado; con las herramientas que llevaba las podía cortar pues no era muy alto, ni muy grueso.

Dicen que hasta este bosque acudían los pescadores del lago Tiberíades o Mar de Galilea. Ellos mismos escogían y cortaban la madera requerida para hacer sus barcas. Andrés y Simón su hermano, originarios de Betsaida y radicados en Cafarnaún, tenían esa costumbre y siempre escogían árboles altos, rectos y gruesos pues con tres ejemplares de esas características, les bastaba para hacer una barca y guardar madera para hacer reparaciones.

Tal es lo que se cuenta del bosque y sus árboles. Quizá deba de comentar de manera rápida y muy somera que los militares romanos establecidos en la Judea y concretamente en Jerusalén, solían hacerse de los troncos para hacer las cruces en las que los peores criminales eran crucificados, donde pagaban sus horrendos crímenes. Bien sabemos, hubo uno que, sin delito alguno, siendo todo Bondad y todo Amor aceptó tal muerte, derramando hasta la última gota de su Sangre para redimir al género humano, la mayor prueba de Amor que ha habido y no habrá nunca jamás. También de estos árboles fue tomada la madera para su cruz. Desde entonces se le conoció como "el Bosque del Amor".

¡Señor! Quiero ser un árbol más de este bosque, permite que sea útil a mis semejantes. Dame la fuerza de Tu amor para aceptar ser el más humilde de tus servidores. Que tu Sacratísima Sangre me lo alcance.

¡Te lo pido Señor!