AL NIÑO DIOS A TRAVÉS DE "EL BAUTISTA"

03.12.2021

Dios Padre, Quien desde la eternidad previó enviarnos a su Amado Hijo para salvarnos en vista de la dolorosa caída del Paraíso, no descuidó el modo para realizarlo. Y en vista de la grandeza de que su Divino Hijo se encarnara en una Virgen Purísima, juzgó digno que otro hombre, santo y humilde le preparara el camino, antes de anunciar la Buena Nueva.

Cristo Nuestro Señor, que todo lo puede, en estricto sentido no necesitaba un precursor como San Juan Bautista, pero si el Padre Eterno con su Sabiduría infinita así lo dispuso, fue por un bien mayor. Jesucristo, como Rey Universal, pudo haber entrado al corazón de cada hombre de manera obligatoria, inmediata, absoluta y perenne, pero no lo hizo así porque, como Amor que es, quiso que cada hombre lo recibiera libremente, en la intensidad y durabilidad como la propia generosidad lo decidiera.

Y para que Jesús nazca en tu corazón, sólo pide dos cosas sencillísimas: que digas que sí quieres y que te arrepientas de tus pecados.

Eso exactamente hizo San Juan Bautista, antes de que Jesús apareciera públicamente: predicar el Bautismo de Arrepentimiento (Luc. I, 4).

Sin el arrepentimiento sincero de nuestros pecados, no puede nacer Jesús en el corazón, y menos vivir, porque Él, Bondadosísimo y Santísimo como es, porque siendo la Verdad, el Bien y la Belleza absoluta, no puede vivir en un alma mentirosa, malvada y fea; sería contradictorio. En cambio, sí puede vivir en un alma imperfecta, pero arrepentida de sus pecados y que esté dispuesta a perder todo antes que a Él mismo.

Por eso, este santo tiempo de Adviento, recordemos la introductoria pero trascedente misión del humilde y penitente Juan Bautista. Primero hay que lavarse en las aguas del Jordán para luego lavarse en el Sacramento de la Penitencia.

Primero el Bautismo de Arrepentimiento y Penitencia, para luego -con el alma limpia de pecados- podamos recibir al Redentor. Jesús mismo, al inicio de su Vida Pública, confirma la labor precursora de Su primo "el Bautista" -cuando una vez encarcelado éste-, exhortaba a la conversión a los que le oían, diciendo: "Arrepentíos y Creed" (Marc. I, 15).

Amable lector, antes de la próxima Navidad, vive el Bautismo de Arrepentimiento de San Juan el Bautista. Para los católicos sólo hay un verdadero Bautismo de Arrepentimiento que es el que se da con la Contrición, es decir, con el sincero dolor por haber ofendido a un Dios tan Bueno, y confesando los pecados al Sacerdote para que, por su medio, Cristo nos perdone. Arrepentirse sólo por temor al castigo del infierno (Atrición), no basta para el perdón divino, mientras que con la Contrición, Dios perdona al instante al pecador pero debe recibir cuanto antes el Sacramento de la Penitencia.

¡Arrepiéntete, confiésate... y recibe a Jesús en tu corazón en esta Navidad!