¿CONSUSTANCIAL O DE LA MISMA NATURALEZA?

12.11.2025

Nos hacen una pregunta respecto al Credo. Cuando se enuncia la naturaleza de Nuestro Señor Jesucristo, ¿Cómo se debe decir, "consustancial al Padre", o "de la misma naturaleza que el Padre"?

En la definición de los dogmas hay varios principios que respetar: los hay de fondo y de forma. En cuanto a los principios de fondo, hay dos aspectos fundamentales que se necesitan cumplir:

  • Que el dogma esté fundamentado en las Sagradas Escrituras, en la Tradición, o ambas (que es lo más indicado), puesto que son las dos fuentes de la Revelación.

  • Que haya armonía con las otras verdades reveladas y ya definidas, con los demás dogmas. Es decir, que no haya contradicción.

En cuanto a la forma, la definición debe ser:

  • Precisa, enunciada con las palabras correctas, de tal forma que no se preste a confusión. Las palabras deben tener un sentido unívoco, es decir, que sólo pueden interpretarse de una sola manera. De otra forma, resultarían confusas.

  • Clara. Que sean fácilmente entendibles por los creyentes, por los fieles. La claridad no siempre es asequible o entendible de manera inmediata; la mayoría de los dogmas requieren explicación por parte de los catequistas o sacerdotes.

La cuestión que ahora nos ocupa, "consustancial" o "de la misma naturaleza", ya se definió desde la antigüedad, tanto en el Concilio de Nicea (325 d.C.), donde se condenó precisamente al obispo Arrio, que negaba la divinidad plena de Cristo. De allí surge la herejía conocida como arrianismo. Arrio decía que Cristo era Hijo de Dios, pero no igual a Él. Por eso se le condenó.

Después, en el Concilio de Constantinopla, en el 381, se reafirmó este mismo dogma, y se volvió a condenar a Arrio. La fórmula resultante es conocida como el Símbolo Niceno-Constantinopolitano, el cual dice, a la letra:

Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles o invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, no hecho, consustancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María Virgen, y se hizo hombre, y fué crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato y padeció y fué sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras, y subió a los cielos, y está sentado a la diestra del Padre, y otra vez ha de venir con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y vivificante, que procede del Padre, que juntamente con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas. En una sola Santa Iglesia Católica y Apostólica. Confesamos un sólo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de la carne y la vida del siglo futuro. Amén (D-86).1

Como puede observarse, la palabra que se utiliza es consustancial, que quiere decir la "misma sustancia", no "de la misma sustancia."

Vayamos a los criterios enunciado arriba. En cuanto a los criterios de fondo, el dogma ya está definido con toda claridad y precisión, y para ellos se utiliza la palabra consustancial.

En cuanto a la forma, también hay un problema. El concepto "de la misma naturaleza" tiene dos sentidos distintos. El primero se refiere a "la misma naturaleza", que significa son "lo mismo"; pero el segundo se interpreta como "siendo de la misma naturaleza, no son lo mismo". Ponemos un ejemplo: si yo digo que un espejo y un vaso son de vidrio, estoy diciendo que están hechos del mismo material, pero son diferentes en esencia; uno es vaso y el otro espejo. Otro ejemplo: Juan y Pedro son de la misma naturaleza (humana), pero son seres distintos. Aplicando esta analogía al Padre y al Hijo, podríamos suponer que, teniendo naturaleza divina, no son esencialmente lo mismo, lo cual es un error.

Entonces, el término "de la misma naturaleza" no es un término preciso, no es unívoco, porque puede tener dos o más significados, lo cual se presta a confusión. Aún más: podríamos estar incurriendo en una especie de "semi-arrianismo", lo cual es ya una herejía.

Uno de los problemas que nos enfrentamos en la actualidad es que el lenguaje, y los términos, se utilizan ambiguamente, con varios significados y aún, sin ninguno. Pero en el caso de los dogmas, tienen que estar bien definidos, congruentes con la Revelación y ser claros y precisos.

Concluyendo. el término adecuado es consustancial, congruente con el dogma de la Santísima Trinidad: Tres Personas, una Esencia.