¡LA ENRAMADA…!

17.08.2020

Uno de los personajes postrevolucionarios más característicos de los años treinta fue, sin duda, Graciela Olmos, muy de moda por haber llevado TV Azteca a la pantalla chica, su vida novelada.

Fue esposa de un villista apodado "el Bandido", que se llamaba José Hernández y había sido profesor antes de entrar a la "Bola". Quedó viuda en la Batalla del Bajío. Puso un lupanar en la calle de Durango, en la colonia Condesa, que le obsequió el "Regente de Hierro", Ernesto P. Uruchurtu, después de haber sido contrabandista de alcohol, en la época de la prohibición en los Estados Unidos, y se dice que le cantó al mismísimo Al Capone, que era su socio.

"La Bandida" se hizo famosa por recibir en su "casa" a la élite de su tiempo. Por ahí pasaron políticos y presidentes de la República y lo más granado de la intelectualidad de entonces, y artistas de su tiempo.

Además, era cantautora de algunas canciones. La anécdota más curiosa fue la que se cuenta con Alfonso Reyes, el conocido literato, hijo de Bernardo Reyes, el de la "Decena Trágica". Resulta que "la Bandida" y Reyes eran amigos y tomaban café con regularidad y el diálogo entre ellos era el de "chulearse" uno al otro. Pues un día hablaban de la belleza de las metáforas en la literatura y ella alababa los contenidos en la obra de Reyes. Él, con toda caballerosidad la alababa por la hermosísima metáfora que utilizó "la Bandida", en su canción "Siete Leguas" que en uno de sus versos decía así: "... en la estación de Irapuato cantaban los horizontes", y Alfonso no se medía en elogios a tan maravillosa metáfora. Ella, Graciela, soltó la risa y una sonora carcajada. Alfonso no entendía lo que pasaba y le preguntó porqué se reía. Ella, entre lágrimas y risas, le comentó que lo que había escrito en su canción no era una metáfora, era una realidad... que "los Horizontes" era un trío de cancioneros que acostumbraba cantar en la estación de Irapuato... "¡Ja, ja, ja!".

Después de muchos años, entre la élite nacional fue olvidada y murió arrepentida en un asilo de huérfanos al que Graciela siempre ayudó. Fue su hermano Benjamín, "el Beato", que le dio los últimos auxilios. Murió en mayo de 1962 y es recordada por una de sus canciones: "La Enramada".