JESÚS ES DESNUDADO Y ABREVADO CON HIEL Y VINAGRE


10ª ESTACIÓN: JESÚS ES DESNUDADO Y ABREVADO CON HIEL Y VINAGRE 

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo. 



Revestíos de Cristo
(Rom. 18,14)

Así, desnudo, Dios mío,
¡qué pena me da mirarte,
escultura de vergüenza
cincelado en nieve y sangre!

Tienes todo el desamparo
de nuestros Primeros Padres,
al esconderse llorosos
y desnudos tras los árboles
con el sabor del pecado
amargándoles las fauces.

También hay entre tus labios
sabor a hiel y vinagre:
amargura de pecados que,
sin beberla, probaste.

Las saetas de los ojos
y de las risas procaces
sobre tu cuerpo desnudo
volando van a clavarse.

¡Oh si pudieras correr,
como un niño, hasta tu Madre,
y esconderte entre sus brazos,
y en su regazo anidarte!

¿En dónde estarán ahora
aquellos limpios pañales
de la luminosa noche;
dónde los lirios del valle
que tejen túnicas blancas
sin ruecas y sin telares;

dónde están los corderitos
vestidos de lana suave
que te ven a Tí desnudo
y no corren a abrigarte?

Pero, bien visto,
¿qué importa Si los soldados
reparten entre sí tus vestiduras
llenas de sudor y sangre?

Tienes oh Dios,
una túnica que nadie podrá arrancarte:
la túnica de tu cuerpo
que te tejiera tu Madre
en el telar de su seno
con el lino de su carne.

¡De esa veste,
ni la muerte podrá jamás despojarte!

Mira, Señor,
a mi alma también desnuda y sangrante:
se jugaron a los dados
entre el Demonio y la Carne
mi túnica de la gracia
en frenético aquelarre,

mientras el Mundo miraba
mi angustia sin inmutarse...
¡No me dejaron ni el manto
para cubrir mis maldades!

y, ante los ojos del mundo,
tan crueles y tan cobardes,
ser pecador descubierto
es ser dos veces culpable.

¡Cómo duelen las miradas
que en mí vienen a clavarse!
¡Qué amargas son estas culpas
de ceniza y de vinagre!

¿Y cómo entraré desnudo
a tus festines nupciales?

Si viene el Rey y me mira
me arrojarán a la calle...

Cuando tú subas glorioso,
por los caminos del aire,
revísteme con tu veste de fuego santificante;
revísteme con la túnica inconsútil de tu sangre.

Y así, vestido de Cristo,
ceñido de claridades,
mientras los ángeles cantan
el cantar de los cantares,
iré a hundirme en el regazo
oceánico de tu Padre. 


Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padre Nuestro, Ave María y Gloria...