La Navidad es el tiempo para compartir... Es el tiempo en que no duele el codo gracias al espíritu que nos inunda, el espíritu de solidaridad con el hermano...

Todos somos una misma familia: blancos, negros, cobrizos, chinos, ricos y pobres.

Nadie es suficientemente rico que no ocupe una caricia, ni lo suficientemente pobre que no pueda dar algo... Es el tiempo de la empatía, de ponernos en los zapatos ajenos para ver lo que se siente cargar con el peso que no es el nuestro.

De esta experiencia nace el compartir... a los pobres, el abrigo y el alimento... a los ricos, una sonrisa o u consejo...

Siempre hay que dar a otros lo que les pueda faltar o enriquecer en el corazón, y de recibir lo que con buena voluntad nos obsequien.

El asunto aquí es como cuando festejamos a nuestras madres el 10 de mayo. Creemos que bastan una jarra con cinco vasos de crista para festejarla, y misión cumplida... ¡Noo!... Hay que estar pendiente de ella todo el año, más urgentemente si ya es mayor y se acerca al final del camino... ¡Su amor sin condiciones no lo iguala a nadie!

La Navidad debería ser así, un largo y prolongado espíritu de paz y buena voluntad... ¡pero para todo el año, no sólo en Navidad!

Hagamos el esfuerzo, somos familia, tenemos un mismo Padre, Dios, y una misma Madre, la Virgen Santísima.

Así que hagamos el propósito de prolongar la Navidad para celebrarla no sólo el 25 de Diciembre ... ¡sino los 365 días al año!

SAPIENTIA LDI

EDITORIAL