EL TRIGO Y LA CIZAÑA

EL TRIGO Y LA CIZAÑA

¿Qué pasa en Europa, América, Asia, África y Oceanía?... ¿En relación con qué?...

En esta vez hablaremos del conflicto de la Espiritualidad. ¿Por qué hay tantas Órdenes Religiosas y Congregaciones dentro de la Iglesia Católica?

Cada una de ellas han nacido y se han desarrollado bajo la necesidad particular de su momento histórico y obedecen al sello indeleble que le han impreso sus fundadores, llamado "CARISMA".

¿Y qué es esto del Carisma? Carisma es el don concedido a algunos hombres y mujeres en beneficio de la comunidad y contiene las riquezas en la gracia de elección. Es un don gratuito de Dios a los llamados en Cristo. El sentido comunitario es puesto siempre al servicio del organismo espiritual. Este Carisma, no obra a través de las instituciones, sino a través de cada uno de los elegidos. Los fundadores obraron "movidos por el Espíritu Santo; la Iglesia se limitó a recibir y autorizar los grupos religiosos formados por ellos. Cada fundación es distinta y esa maravillosa variedad contribuye grandemente a la Iglesia porque sirve para edificar el Cuerpo Místico de Cristo y adornarlo con la variedad de los dones, como Esposa engalanada para su Esposo, manifestándose la multiforme Sabiduría de Dios. De esta forma participan en la vida de la Iglesia de acuerdo a su propio carácter.

La Iglesia no impone su norma de vida contenida en la Regla, sino que se limita a aprobarla. Como ejemplo tenemos a la Orden de San Francisco, que contiene en su Carisma, el de la humildad y la pobreza, y se consideran a sí mismos "pequeñuelos y siervos".

Las Carmelitas Descalzas, contemplan a Dios vivo y se abrazan en celo de Su Gloria y consideran su Carisma Profético como ideal de su llamamiento a la escucha y proclamación de la Palabra de Dios. Santa Teresa de Jesús reformó el Carmelo, originado en la Regla de San Alberto de Jerusalén, cuyas prescripciones son su norma de conducta. "Vivir en obsequio de Jesucristo y servirle con corazón puro y sincero, esperando sólo de Él la salvación".

Así, todas las Órdenes, las Congregaciones y los Institutos Religiosos, son un don de Dios. Así como hay una gran variedad de personalidades y temperamentos, así en la Iglesia, la variedad de Carismas obedece a esta diversidad de vocaciones puestos al servicio de los hermanos.

Toda esta variedad en la vida consagrada dentro de la Iglesia ha permanecido con sus características propias durante siglos y es considerado el "Tesoro Espiritual de la Iglesia".

Pues bien, este Tesoro, en la actualidad, está en riesgo; es codiciado por la serpiente antigua desde antes de la Creación y en este siglo ve la oportunidad de apropiarse de dicho Tesoro.

Para nadie es un misterio que la Iglesia, como institución divina-humana, es un enemigo latente para el proyecto perverso del diablo, de conquistar el alma y el corazón de los hombres, y es conocido que, desde hace siglos, esta sierpe maldita ronda a la obra cumbre de Dios: ¡el hombre! Ha movido su corazón a través del poder y del oro para sus fines y se ha tomado la tarea de destruir permanentemente esta herencia bendita para la humanidad.

En este momento, en pleno siglo XXI, hay una lucha encarnizada por aniquilar estas instituciones y sus Carismas. El primer recurso del maligno fue susurrar al oído de las vocaciones, una sarta de seducciones contenidas en las nuevas ideologías para apartarse de su destino espiritual, a través del dinero, los placeres, el poder y la gloria. La segunda embestida, después de vaciar los monasterios y conventos, fue la de considerar los carismas innecesarios y "uniformar" a las Órdenes, Institutos y Congregaciones en un solo bloque de vida espiritual, sin identidad, bajo la premisa de "democratizar a la Iglesia". Y la tercera, y más terrible, es la forzar violentamente la desaparición de los Carismas para unificarlos en uno solo bajo el pretexto de la unidad.

Nosotros los católicos pegamos clamamos al Cielo para que paren esta maligna decisión y rogamos a las autoridades eclesiásticas frenar esta impostura para conservar el Tesoro tan largamente acumulado y desenmascarar el objetivo de destrucción que implica esta disposición.

Sabemos también que todo esto nos fue anunciado desde la antigüedad y Cristo mismo nos previno de esta situación.

La impostura religiosa del "Antricristo", la revelación del "Misterio de Iniquidad" y la prueba final de que "sacudirá la fe de muchos creyentes", está en marcha y sólo podemos pedir a Dios que, por los méritos de Su Sacrificio en la Cruz, nos libre de la ponzoña inoculada en el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, para acabar y prender fuego a la cizaña que se ha mezclado con el trigo.

¡Ven Señor Jesús! 


SAPIENTIA LDI

EDITORIAL