EL PODER... ¡Y DEBER DEL LAICO!

¡EL PODER... Y DEBER DEL LAICO!

Desde el principio de la Iglesia, las comunidades cristianas tenían un papel más activo dentro de la Iglesia.

Se dedicaban a administrar las limosnas, a distribuirlas y a estar atentos a las necesidades del Clero. En el aspecto espiritual, algunos discípulos tenían en sus manos y labios el poder de la Catequesis y desarrollaban los temas fundamentales de la doctrina cristiana; se sometían a la autoridad de la Iglesia pero... ¡no renunciaban a su defensa! Así nació el Diaconado, para auxiliar a las comunidades que surgían por todo el Imperio.

En la actualidad, nos hemos desentendido de nuestra responsabilidad y hemos dejado todo en manos de la Jerarquía católica. Cuando mucho vamos a Misa y contribuimos a la limosna, estamos ajenos a las luchas que enfrenta la Iglesia y, si nos damos cuenta, evadimos el problema como si fuera ajeno.

La Iglesia, señores, somos todos: Jerarquía, Clero, fieles, vivos o difuntos, gloriosos o purgantes. Por lo tanto, no se vale desconocer los agravios y la guerra que las fuerzas obscuras de Lucifer han desatado contra la Iglesia. Los enemigos se manifiestan a través del poder político-financiero mundial y de algunos que, traicionando su fe, adoran al demonio con el increíble absurdo de que, según ellos, el demonio resulta más amable que Dios(¡¡¡!!!).

¡No nos confundamos! Este poder infernal ya nos declaró la guerra, y sólo espera asaltar a la Iglesia para cambiar un poder por otro, un Dios por una deidad, y un evangelio distinto al que Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó.

Tenemos que abrir los ojos, darnos cuenta del engaño y oponernos virilmente contra las triquiñuelas del padre de la mentira, y tomar las armas de la fe, de la doctrina, de las virtudes, de la moral, de la razón para la lucha filosófica y ética, y si es necesario, hasta las convencionales para la lucha armada, en contra del enemigo común que no es otro que el enemigo personal de Dios...

Tenemos el deber cristiano de luchar para defender primero, nuestra Iglesia y nuestros Templos, en aras de alcanzar nuestro Destino Eterno.

Sin Iglesia no hay verdadera educación ... ni perdón ... ¡ni salvación!

¿Se dan cuenta de lo que significa cruzarnos de brazos y no hacer caso?... ¡Es nuestro Patrimonio Espiritual, es nuestro medio de salvación! No se vale voltear a otro lado...

¡A tí te hablan, a mí me hablan!... ¡Va en ello la Vida Eterna!

SAPIENTIA LDI

EDITORIAL