EL DOLOR POR EL DOLOR AJENO

EL DOLOR POR EL DOLOR AJENO

Este dolor del que hablamos es sin duda, ese sentimiento muy humano de condolerse del prójimo. Es tan noble este sentimiento, que tiene su asiento en el amor a Dios, en el principal mandamiento: "Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo" esto, según palabras de Jesús. Es la síntesis de la sabiduría del Antiguo y Nuevo Testamento. Aquí están en compendio el amor de Dios y, el amor humano que se conmueve con el prójimo.

Ahora, le llamamos empatía, o sea, "ponerse en los zapatos del otro" y sentir, lo que el otro siente, sufre y necesita.

Hay un rasgo característico del ser humano, y es, el de no querer sufrir, le duele que le duela y al cristiano caritativo, le duele lo que le duele a los demás.

En este rasgo de empatía, surge el mandamiento evangélico del amor al prójimo. Este es la clave, la piedra angular de la salvación, porque si estuviera bien anclada en el mundo, este sería un paraíso en la tierra, como debería de haber sido antes del pecado original.

La parábola del buen samaritano (Lucas 10:25), es la versión evangélica del primer mandamiento de Dios a los hombres y, el consejo y última recomendación de Jesús antes de la Ascensión:

Un mandamiento nuevo os doy, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.

Esta parábola podemos definirla como la síntesis del Evangelio y el último mandato de Jesús en la tierra.

¡La empatía es una planta que hunde sus raíces en el pecho mismo de Dios … porque Dios es amor!

¿Imagínese un mundo que se rigiera por estos principios católicos? … no hubiera tanto sufrimiento e incomprensión, la pobreza sólo sería algo ya abolido. Y la verdadera fraternidad sería una realidad en nuestra sociedad.

Bien decía San Agustín, ama y haz lo que quieras. Esto te lleva a amar sin límites, sólo hay que asegurar, que lo que hagas, hazlo con y por amor. Y para cerrar esta idea, recurramos a un santo, Bernardo de Claraval, que dijo: la medida del amor es amor sin medida.