EL CUERPO GLORIOSO DE JESÚS

EL CUERPO GLORIOSO DE JESÚS

Después de los sucesos del Viernes Santo, el sábado todo el mundo bajaba la mirada, como escondiendo su culpabilidad, el calor era intenso al medio día y un viento caliente y polvoriento hacía remolinos en las bocacalles de Jerusalén, los pocos viandantes se cubrían con su manto y escondían el rostro, caminando rápido sobre las baldosas caldeadas de la ciudad.

Se decía en voz baja de las apariciones de muertos que miraban con sus afiebrados ojos, de la multitud de escombros de marquesinas y balcones que se derrumbaron el día de ayer y la gente comprendía levemente que estos acontecimientos eran un castigo por haber condenado al Maestro de Galilea.

Los sacerdotes del Templo andaban espantados por haber sido testigos de la rasgadura de la cortina que dividía en el templo el Santo de los Santos, pero lo más escalofriante era ver algún pariente fallecido hace muchos años caminando entre las calles. Bajo la sombra de un cobertizo se miraba a soldados del imperio, secándose el sudor, sin el yelmo y la coraza, enterraban sus gladius en la tierra, mientras se refrescaban la garganta, aprovechando la poca gente que circulaba en las calles de la capital de Judea.

Uno que otro mendigo, esperaba una limosna que no llegaba, mientras los perros exhalaban un sordo aullido como si temieran algo. La ciudad estaba aterrada, exaltada después de exaltación de sus habitantes, el día anterior, al condenar al Galileo, y al recordar el cielo tormentoso y negro de medio día, al ocultarse el sol en pleno día, luego del ronroneo de la tierra, para terminar con fuertes sacudidas como lamentos; algo estuvo mal ... ¿Qué tal que si el Galileo era quien decía que era el Mesías?

Con estas inquietudes los habitantes de la capital deicida seguían horrorizados por la experiencia vivida.

Luego se hizo de noche: Y el espanto y el remordimiento lleno de inquietud a los habitantes de Jerusalén.

Al canto del gallo y pasada la fiesta del sábado, en la madrugada, se veía a tres mujeres cargando unas ánforas con aromas, que se dirigía al lugar donde habían enterrado al agitador muerto en la Cruz, el día que tembló la tierra y se oscureció el sol. Al llegar al sepulcro, ya había amanecido, y cual fue su sorpresa al ver la piedra de entrada removida. Ellas entraron al sepulcro y se oyó una voz que no era la de las mujeres, que decía: "Vosotros venid a buscar a Jesús el Nazareno, que fue crucificado; ya resucito, no esta aquí: Mirad el lugar donde lo pusieron.

Luego se vieron a las 3 mujeres que salieron despavoridas del sepulcro. Nadie podía creerlo, ni siquiera las que más lo amaban. ¡Jesús el Nazareno había resucitado!

El cuerpo de Jesús había resucitado, y era tan santo e inmaculado que no permitió, que lo tocara la magdalena porque no había subido todavía a su Padre.

Era perfecto; es decir el cuerpo de Jesús, al resucitar parecía estar en la ideal edad, las heridas de su martirio eran visibles y luminosas,

Las llagas, moretones, el hueso desviado de su nariz y las heridas por las espinas en su cabeza y la lesión por cagar la cruz ya no se apreciaban, era muy blanco entre sólido y transparente. Los limites materiales ya no tienen efecto en él, se desplazaba sin ponerse en movimiento, con el puro querer de su pensamiento.

El tiempo tampoco tenía dominio sobre él, irradiaba una santidad sobrecogedora. Sus vestiduras irradiaban una luz sobrenatural, que, aunque era intensa no cegaban. Su voz era una armonía perfecta de sonidos y su aliento exhalaba un aroma como los lirios del campo.

Lo más sobrenatural de su naturaleza es que no tenían necesidad de puertas o ventanas, atravesaba los muros y podía estar presente en varios lados a la vez. Sus conocimientos eran totales, no había cosa o tema que ignorara, conocía el pasado, el presente y el futuro en solo una línea de tiempo.

De ese momento en adelante su cuerpo no conocería el deterioro y el conocimiento, y sería así por los siglos de los siglos.

Podría estar en el Cielo y en la Tierra en el mismo momento, en su estancia en la tierra como resucitado se le vio comer con sus apóstoles, sin necesidad podía comer y beber, el polvo del camino no cedería a él, y las flores y los pájaros adivinaban su divinidad.

¿Por qué viene la necesidad de este relato?

Por la promesa de la resurrección; el fue el primero y el que haga caso a su palabra y viva según la ley y su doctrina resucitará con Él, para vivir con Él en el paraíso, y nuestro cuerpo será como el de Él: no morirá jamás; esa es la gran certeza, esa es la gran promesa.

Para que hacer caso de las ideologías ateas que sólo te ofrecen la basura de los bienes terrenales que te conducirá al infierno, donde tu cuerpo resucitado en el juicio final será pasto de las llamas por toda la eternidad.

El premio por ser un cristiano total es descomunal y el precio muy bajo que se paga con un poco de Fe y Voluntad y serás un cuerpo sobrenatural ¡por siempre jámas!.

SAPIENTIA LDI
EDITORIAL