CONCEPCIÓN- GUADALUPE-JESUCRISTO

CONCEPCIÓN-GUADALUPE- JESUCRISTO

Queremos invitar a nuestros amables lectores a levantar, desde hoy, nuestra mirada, para ver las celebraciones más hermosas que existen, aún más que las que abundan este mes con todo y sus luces. Los católicos deberíamos dirigir la mirada del alma hacia aquello que trasciende las alegrías decembrinas. Aunque no las veamos o las palpemos, existen fiestas hermosísimas que se celebran sublimemente en el Cielo, y aquí en la Tierra, les ponemos fecha y bella liturgia.

Nos referimos a las fiestas religiosas del 8, 12 y 25 de diciembre, en las que celebramos grandes misterios de nuestra Fe: la Inmaculada Concepción de María y el Nacimiento de N. S. Jesucristo, nueve meses después de su hipostática Encarnación en el bendito Vientre de María Santísima. Y, por si fuera poco, Dios nos concedió a los mexicanos el enorme privilegio de que la Santísima Virgen nos visitara y se quedara con nosotros en su bendita Imagen del Tepeyac.

El 8 de diciembre, los católicos cantamos de gozo a la Mujer más bella y santa que hay en el universo, por haber sido concebida sin la mancha del pecado original. ¡Qué belleza tan angelical! Pero decir esto, es nada comparado con el verdadero resplandor que surge de la Doncella más Pura que pueda haber entre todas: libre de cualquier asomo de imperfección en el pensamiento, en la voluntad, en sus sentimientos o en su cuerpo. La Virgen María, considerada en cualquiera de sus prerrogativas, solo puede despertar arrobamiento y exquisita contemplación.

¿Y qué decir de lo que la Virgen de Guadalupe puede inspirarnos a los mexicanos? Simplemente todo: amor, gratitud, esperanza, consuelo, fortaleza, dulzura, compasión… y la incansable delicia de mirar un Rostro tan misericordioso, pues no existe otro igual ¡porque es su mismísimo Rostro!

¿Quién pudiera cantarle a nuestra "Morenita" con el mismo amor y belleza que lo hiciera el insigne Mons. Vicente M. Camacho? Cómo quisiéramos que viviera este enamorado guadalupano para que todo México católico escuchara sus amorosos y sentidos versos… ¡y para que este pueblo adormecido despertara de su letargo!

¡Arriba los corazones mexicanos!, que Santa María de Guadalupe nos quiere a todos unidos y creyentes, no en ídolos y supersticiones prehispánicas, sino en el único y verdadero Dios, y en Ella, como nuestra verdadera Madre. Esas dulcísimas palabras: "¿No estoy Yo aquí que soy tu Madre?", son la única y real esperanza que puede tener esta adolorida nación. No son las falsas promesas políticas (con sus ridículas siglas usurpadoras) las que harán resucitar a México, sino su Fe. ¡México nació católico y guadalupano!, y en la medida de la fidelidad a esa primigenia vocación de ser MÉXICO GUADALUPANO, es que nuestro país será unido, creyente y fuerte.

¿Y el 25 de diciembre?... ¡La celebración de uno de los misterios más grandes de nuestra Fe: ¡Y el Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros! Es decir, el Verbo o Palabra de Dios Padre, o sea, su Hijo amadísimo, Nuestro Señor Jesucristo, aceptó voluntariamente encarnarse en el bendito Vientre de la Mujer más santa, con el único propósito, inmerecido para nosotros, ¡de ser nuestro Maestro y Redentor!

Pudiéramos hablar ampliamente de la grandeza de este misterio, pero para abreviar y apreciar el inmenso tesoro de Su Nacimiento, pensemos ¿en qué situación estaría la humanidad sin la Luz de Nuestro Señor Jesucristo? La humanidad, por dos mil años más, hubiera estado sumergida en la más densa oscuridad, en donde la inteligencia no tuviera brújula; ni la voluntad, bondad; ni los sentimientos, gozo; ni el cuerpo, dominio…

Por eso, ¡Bendita la Siempre Virgen María que nos trajo al Maestro de Maestros, al Redentor más Salvífico y al Rey de Reyes! ¡Feliz y Santo Diciembre!