¿AMAS A DIOS?
¿AMAS A DIOS?
Los creyentes contestarán a esta pregunta con un sí, sin pensarlo, como un reflejo de su fe. En cambio, un no creyente te responderá que no cree en Dios, y que es fabricado por los hombres.
Afortunadamente, la mayoría del pueblo mexicano, es y ha sido católico-guadalupano; una dupla que vence al mundo: el Padre y la Madre. Esta doble protección que tiene el mexicano, lo blinda de caer en los errores de otras religiones y muchas ideologías, aunque tiene la obligación de instruirse sobre su religión
El régimen actual no se ha manifestado anticatólico, en teoría, todavía no llegan a ese escaño, pero en la práctica se fomenta el renacimiento del antiguo panteón del Anáhuac, su visión y sus costumbres.
Se ha ensalzado desproporcionalmente a los pueblos originarios y hasta ha habido propuestas de que el idioma oficial sea el náhuatl. Este indigenismo político, que ya habíamos superado, se mantiene porque es rentable para el régimen de izquierda internacional y tiene como prioridad emancipar a todos los pueblos originarios. Por ejemplo: en Canadá, hasta les han pedido perdón por la colonización. Aquí, en México, hay una espera pendiente para que el Rey de España pida perdón por la Conquista. La 4T nada quieren saber sobre el pasado hispánico de México, que implicaría reconocer la Conquista y la Colonia.
A pesar de esto, parece ser, que los únicos no creyentes son los políticos de izquierda y una intelectualidad comprometida con el marxismo.
Esta visión de México, sin tener en cuenta nuestra fuerte raíz hispánica, ignora durante la gestión política, la herencia de España y sataniza sus instituciones.
¡Si de verdad, amas a Dios, debes sostener con gratitud al imperio que nos conquistó, nos dio la lengua, la cultura y la visión trascendente de la vida!
Hay que amar a Dios sobre todas las cosas, aun sobre la familia, profesión e ideologías.
¡Dios lo es todo y sin Él no somos nada! … Ámalo, admíralo, adorarlo y cumple sus Mandamientos. Y el premio prometido será realidad en el más allá, que es un premio heredado por Cristo y lo sabemos a través de la Evangelización.