¿ÁNGEL O DEMONIO?
¿ÁNGEL O DEMONIO?
Hoy hablaremos de un tema universal que atañe a todos los hombres y mujeres que venimos a este mundo.
El tema es los extremos del amor, es decir, de ese sentimiento profundo que involucra a todas las decisiones que tomamos en la vida. Todos sabemos la distancia que separan al <<Eros>> del <<Ágape>>, que son los dos extremos del amor.
El eros es el amor que acompaña al ser humano luego de desprenderse del ágape materno… Y es pura pasión, que debe ser controlada por los principios y valores que ha inculcado el ágape en el alma, en tu formación, hasta convertirla en buenos actos y, luego, en virtudes. Sin éstas, el alma corre el riesgo de pervertirse. El eros es poderoso, irrefrenable, dominante, y la pasión que despierta, arrasa las defensas de la voluntad, derribando las murallas de la virtud. Por ello, es necesario mantener al eros controlado. El demonio hace presa del alma cuando no se frena la imaginación y el deseo termina descontrolado, desatando al infierno las relaciones de amor. Fortalecer el ágape es la mejor forma de mantener a raya al eros, que es una pasión de los instintos inferiores.
El ágape puede ser entendido como confraternizar por amor y amistad. Pero, el Ágape -con mayúscula- es el amor dominado por la Caridad, que interviene en las altas esferas del espíritu y que mantiene el equilibrio afectivo del hombre. El periplo de la vida humana es un recorrido por el amor… Todas nuestras acciones están gobernadas por el eros y el ágape. Por eso hay que fortalecer el ágape para purificar el amor. No es lo mismo Lucrecia que Beatriz; la primera cultivaba el hechizo, mientras que Beatriz inspiraba el amor del Dante.
En el recorrido tenemos que caminar por amplias veredas, con verdes prados a los lados, pero luego vienen los abismos donde hay que cruzar por el filo de una espada…No puedes titubear; cualquier distracción te hace caer a lo profundo del eros, que puede llegar a ser hasta satánico… La escala de salvación en este abismo no está a la mano.
Hay que entender que el eros puede garantizar el linaje humano pero debe ser conducido por la emanación del Ágape, que es el amor más puro y desinteresado, inspirado en la Caridad evangélica.