EL ARMA QUE NO PASA DE MODA

14.11.2022

Si nos encontráramos en una situación de peligro en la que nuestra vida estuviera en riesgo, todos quisiéramos tener con nosotros un arma que fuera infalible y que contara con todos los cartuchos necesarios para ponernos a salvo. Pero, además, nos garantizara que jamás volviéramos a estar en semejante situación tan apremiante. Parece que es mucho pedir, ¿no?

Es aquí donde comenzamos a reflexionar lo siguiente: ¿Acaso existirá un arma con tales características? Por más que lo pensáramos y diéramos vueltas en nuestra cabeza, al poco tiempo seríamos presa de la desilusión, pues creeríamos que ningún arma cumple con tales características tan especiales. No obstante, a esa apresurada conclusión se llega si pensamos simplemente de manera horizontal; si solo vemos el "plano material" y dejamos de lado lo espiritual.

Sin embargo, necesitamos ir más allá: es imprescindible que analicemos con detenimiento y meditemos profundamente para darnos cuenta de que sí existe esa arma que describíamos en las primeras líneas de este escrito.

En primer lugar, nos percataríamos que está presente desde hace mucho tiempo entre nosotros -al menos más de mil años-, y que hemos tenido contacto con ella de alguna u otra forma.

En segundo lugar, gracias a la historia podríamos constatar que se trata de un arma sumamente poderosa, incluso, más que las propias bombas atómicas. Estamos hablando de un arma capaz de inspirar y guiar a ejércitos enteros para ganar las más duras batallas, a pesar de que el panorama se muestre inmensamente adverso y oscuro.

Es un arma cuyos proyectiles son tan efectivos que son capaces de atravesar los más duros corazones. Su artillería de 150 municiones, divididas en tres secciones de 50 cada una, pareciera ser limitada, pero si utilizamos cada una de ellas, nos daríamos cuenta de que realmente son infinitas y muy poderosas, pues podemos echar mano de ellas tantas veces como queramos y obtener la ayuda necesaria para vencer al Enemigo, pues no solamente es un arma compuesta de materia, sino que principalmente es un arma espiritual.

Sin duda, lo más sorprendente de todo, es que ha sido un regalo cuya existencia hemos olvidado de manera constante a lo largo de la existencia del género humano. Aún peor, por muchos años hemos ignorado que, probablemente, una de las principales causas de la persistencia de muchos problemas, tanto en el mundo como en nuestro andar, ha sido descartar su uso y guardarla en un cajón del que no sale salvo en contadas ocasiones.

Se nos ha olvidado que es un arma potente y eficaz para todas las batallas, tanto espirituales como terrenales.

A todo esto, ¿hay ejemplos de su poderío? ¡Por supuesto! La lista de prodigios bastaría para escribir todo un compendio de milagros o hazañas logradas gracias a su fuerza. Pero aquí solo nombraremos algunos:

Corría el año 1200 y el fundador de la orden de los predicadores dominicos se encontraba en pleno combate con los herejes albigenses de su época. Por más que se sometía a los más duros sacrificios y buscaba diferentes armas, no lograba vencer la propagación de los errores que negaban la divinidad de Jesús, los sacramentos y el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. El dominico de origen español, y de nombre Domingo de Guzmán, pedía un arma infalible que destruyera los cimientos de tales herejías. Y fue así, que después de someterse a severos castigos físicos, sus ruegos fueron escuchados. La Virgen María le entregó "una corona de rosas", que, al ser rezadas con profunda devoción, ayudarían a lograr una enorme conversión y las herejías serían demolidas con la fuerza de sus cuentas.

Doscientos años más tarde, vientos fuertes de indiferencia golpeaban al mundo y la llama del fervor y el uso de la "corona de rosas" desapareció casi por completo. Fue entonces, cuando el padre Diego Sprenger decidió formar un batallón en 1482 para defender y reestablecer la práctica de la potente arma. Tal fue su éxito, que la semilla de la envidia comenzó a brotar entre afamados predicadores. Su esmero en desacreditar la eficacia del arma entregada a Santo Domingo de Guzmán, fue tal, que uno de ellos se decidió a preparar un sermón que sería arrollador. No obstante, antes de que llegara la hora de su predicación, su vida se marchitó cual mala hierba y sus palabras venenosas nunca fueron escuchadas por nadie.

Otro predicador se dispuso a intentar culminar la obra comenzada por su compañero fallecido para desprestigiar el arma, pero se encontró con un obstáculo: de pronto, sufrió una parálisis de cuerpo y también de boca, por lo que no podía moverse ni hablar; se arrepintió tanto, que aceptó el gran poder de lo que quería destruir, y suplicó de corazón a la Virgen María para que le permitiera recuperar la salud, a cambio de ser un férreo defensor de la "corona de rosas". Su solicitud fue atendida, y su alma, al igual que San Pablo, se "levantó" para convertirse en uno de los más grandes propagadores del arma que suaviza y convierte a los corazones más duros y fríos.

Pero esta corona también ha mostrado su fuerza y poderío en pleno campo de batalla para guiar a los soldados a una victoria que era imposible. Era el año 1571, cuando la flota del Imperio Otomano se había vuelto prácticamente invencible y avanzaba con paso demoledor por el Mediterráneo para tomar Europa. Todo estaba en contra del ejército cristiano en aguas del Golfo de Lepanto, cerca de Grecia. Eran tan solo 6 galeras contra poco más de 200 barcos otomanos. Por ende, se avecinaba una terrible derrota. Sin embargo, el Papa San Pío V, nunca olvidó que los cristianos contaban con un arma infalible, por lo que llamó a que cada católico echara mano de las cuentas de la "corona de rosas" mientras se desarrollaba la lucha en medio de las turbulentas olas. Al final, lo que parecía una empresa imposible, tuvo un desenlace inesperado: la flota cristiana derrotó de manera contundente al feroz enemigo y la invasión fue detenida.

En 1917, se vivían tiempos convulsos y de guerra. El comunismo asomaba las garras y amenazaba con apoderarse de muchas naciones. Otra vez, ocurrió el llamado para retomar el arma que tantas batallas había ganado, que tantas conversiones había logrado y tantos prodigios había realizado. Solo con esa "corona de rosas" se podía detener el avance destructor y alcanzar la paz. Esa vez, los soldados elegidos para abanderar al ejército, fueron tres pequeños del poblado de Fátima, en Portugal... El desenlace ya lo conocemos.

Hoy, a más de cien años de ese recordatorio, el panorama sigue luciendo sombrío y desolador. La constante sigue siendo la misma: nos hemos olvidado del arma infalible, en muchos hogares se encuentra más empolvada y arrumbada todavía. Pero en esta ocasión, también se añaden algunas variables más: la incertidumbre y la indiferencia ante la lucha, cada vez más "encarnizada", entre el bien y el mal que se vive día con día.

Sin embargo, debemos darnos cuenta que esa arma poderosa que puede ayudarnos a librar los peligros de nuestros días y el futuro, está esperando a ser tomada y levantada en alto, puesto que nunca pasa de moda aún a pesar del tiempo, de las circunstancias y los cambios vertiginosos, pues sus municiones son infinitas y avasalladoras.

Si tomamos fuertemente con nuestros dedos cada una de las cuentas de esa "corona de rosas" y recitamos cada oración con profunda devoción, estemos seguros que el miedo se desvanecerá y nuestro espíritu tendrá la fortaleza necesaria para salir avante y ser parte del ejército triunfante que ha sido prometido desde el Cielo.