¡ATENDAMOS A NUESTROS HIJOS "PUBERTOS"!

17.01.2023

Muchos papás solemos considerar la etapa de la pubertad y la de la adolescencia de nuestros hijos, con cierta indiferencia, aunque ya cuando nos causan dolores de cabeza por ello, es cuando las consideramos importantes, pero quizá algo tarde.

Comúnmente hemos escuchado decir que la adolescencia inicia entre los 11 y 13 años y hasta entonces -normalmente nos vemos sorprendidos-, intentamos atender los difíciles momentos de nuestros hijos como queriendo apagar fuegos, que más bien son los efectos de causas que probablemente pudimos atender unos años atrás, al principio de la adolescencia, en la etapa que llaman "pubertad".

Hace unos días me sorprendí al escuchar a un médico decir que biológicamente se consideraba que la pubertad iniciaba en niños y niñas ¡a los ocho años!... Claro, se refería a que, desde esa edad, iniciaban ciertos cambios hormonales en los infantes en vistas a su desarrollo. Al principio, cuando escuché esto, casi doy un salto, pero reflexionando luego en ello, lo encontré lógico porque así es el desarrollo del ser humano, lento pero progresivo.

Fue este comentario, sumado a datos actuales, precisamente lo que me animó a escribir estas sencillas palabras.

Me di cuenta que los papás, cuando sus hijos fluctúan entre los 8 o 9 años de edad, ellos podrían tener entre 35 y 40, en pleno esfuerzo y dedicación laboral o profesional, por lo que probablemente, su hijo púbere o púber -popularmente llamado "puberto"- no sea la prioridad, muchas veces involuntariamente.

Hoy, queridos papás jóvenes, quiero exhortarlos a que no esperen a que sus hijos sean "adolescentes" y que estén en la Secundaria para estar más cerca de ellos y atenderlos mejor. ¡Claro que en esa edad lo necesitan! ¡Y más en nuestros días!, cuando los adolescentes se sienten más abandonados de sus papás... Ahora bien, no necesariamente estar en casa es estar cerca de los hijos; entre las cuatro paredes de una sala o comedor, hay muros de concreto que nulifican la comunicación entre padres e hijos: el celular, la computadora, la tablet, la pantalla, etc.

Este abandono, frialdad, poca comunicación y convivencia con los hijos, gritos, palabras despectivas, exigencias -más de forma que de fondo-, etc., han hecho que no pocos chicos y chicas se refugien en "amigos" inconvenientes, redes sociales, malas influencias, "causas" o ideales intrascendentes, cuando no desatinados, o, por desgracia, se refugien en su propia mente, dándole mil vueltas a los propios problemas entre sus papás o familiares, vacíos, abusos, malos recuerdos, etc. Todas estas situaciones, en simbiosis con las debilidades de su temperamento o carácter, hacen ¡bum!, provocando serios trastornos de estrés, ansiedad, angustia, confusión de identidad o depresión...

Todo esto no es más que caldo de cultivo para peores situaciones que pueden llevar a las más irremediables de todas: el suicidio -en el plano natural- y la pérdida de la felicidad eterna si, persistiendo en el pecado, la muerte los sorprendiera.

Papás: ¡vayamos a las causas! Evitemos a nuestros hijos, y a nosotros mismos, mayores problemas...

Atendamos a nuestros hijos día con día, etapa tras etapa... ¡especialmente en la pubertad y adolescencia!