“EL VIOLADOR ERES TÚ”

"EL VIOLADOR ERES TÚ"



¡Vaya, vaya con las féminas! Se sienten soñadas al interpretar el performance "Un violador en tu camino", el fenómeno chileno que se ha convertido en un himno feminista por el mundo.

Pero ¿por qué el éxito?

Tal parece que un porcentaje de mujeres que les ha ido mal en la vida en su relación con los hombres, son las más aferradas a este himno, que nació de una obra de teatro que nunca llegó a ponerse en escena; en los ensayos iba a ser interpretado por un grupo de mujeres denominado "Las Tesis".

La canción de un minuto y medio se basa en un texto de la antropóloga feminista chilena Rita Segato. Cada país canta el estribillo y le añaden de su cuenta lo que de su ronco pecho les surge. La cadencia musical del mismo pertenece al canto de un himno de los carabineros chilenos.

De esta presentación en Santiago de Chile, brincó a las redes sociales y provocó una ola de pañuelos verdes por el mundo.

Obviamente, no son todas las mujeres pero sí un grupo minúsculo comparado con la cantidad de mujeres que pueblan el planeta. A los medios de comunicación, que están a favor del Nuevo Orden Mundial, les conviene este tipo de manifestaciones, dándoles palco y difusión. Ésta es tal, que pareciera que es un porcentaje mayor el que se manifiesta.

En los toques vernáculos locales de cada país, el citado performance toma un diferente color pero con el mismo mensaje. Esta expresión escénica es una acusación frontal contra la autoridad (los jueces), el Estado opresor, el patriarcado, el machismo, y sobre todo contra el hombre, contra todos los varones.

Ya le apostaron a la lucha de clases, de los pobres contra los ricos; ahora es la lucha de los sexos: las mujeres contra los hombres. ¿Creen que van a cambiar las cosas? La acusación del performance es contra un minúsculo porcentaje social, el de los hombres desquiciados, reprimidos, enfermos y psicóticos -como también hay, por desgracia, mujeres desquiciadas, reprimidas, enfermas y psicóticas-. Este grupo de hombres perversos o enfermos - que deben ser castigados o atendidos médicamente-, constituyen un porcentaje pequeño como para tomarlo en cuenta y convertirlo en un problema genérico que abarque a la mayoría o a la totalidad de los hombres. Igual de pequeño es el número de feministas desquiciadas, violentas y vandálicas cuya mayoría se incorpora a este movimiento ya sea por estar politizadas o por ser mercenarias.

No dudamos que existan mujeres víctimas de la injustica y del abuso por parte de los hombres, y sinceramente las comprendemos y nos solidarizamos con su dolor pero estamos convencidos de que sus penas no se remediarán con la alternativa violenta que promueven "las verdes".

Para las mujeres afectadas sí hay alivio y esperanza. Lo encontrarán en la infinita misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, que de las adversidades sabe obtener bienes, si la persona colabora y confía en Él, a través de Su Gracia y de un sano juicio, que es tan universal como la razón y el cristianismo. Decenas de miles de mujeres lo han testimoniado y le han vuelto a dar a su vida un sentido y una mayor dignidad y felicidad.

La virtud no hace ruido; la mayoría de las mujeres no comparten esta visión violenta contra los hombres, sino que se reservan para completar el binomio natural de su otra media naranja.

La mujer y el hombre por separado son un ente incompleto. Dios ha dado a sus hijos la capacidad de enamorarse para que cada quien busque en la vida la otra mitad de sí mismo, ¡su media naranja! De esta forma contribuimos con los planes de Dios y compartimos con Él, el poder de la creación. Somos mujeres y hombres los instrumentos de Dios para poblar la tierra y sobre todo el Cielo. Nada le hubiera costado al Creador el habernos formado sin la colaboración biológica de nuestra parte pero aquí estamos siendo partícipes de un misterio de amor, que se traduce en oración, en un incienso bendito que sube hasta el corazón de Dios.

Así que, manifestaciones ridículas como este performance, en vez de ayudar y elevar a la mujer, son una degradación para la dignidad femenina, de la que sólo surge una brecha en las relaciones entre hombres y mujeres. En lugar de cantar una alegre canción de encuentro con el hombre, se pone un freno ideológico en el camino. Al cantar "Y la culpa no era mía", se distraen para ver en la futura media naranja, no al compañero y futuro padre de tus hijos sino al "violador".

¡Mujeres, desde su lugar y condición, formen hombres y mujeres de bien! En vez de los gritos rebeldes de "las verdes", eleven un hossana de júbilo por haber encontrado "un hombre en el camino".

SAPIENTIA LDI
EDITORIAL